domingo, 24 de abril de 2011

CORRER DESCALZO

No tengo problemas de irrigación sanguínea cerebral ni me he vuelto majareta. Esto es muy serio. Acabo de terminar con el "Born to run" de Chris McDougall, una delicia que habla sobre esa tribu perdida que son los Tarahumaras y su extrema habilidad para correr enormes distancias descalzos (o más modernamente provistos de sus sandalias "huaraches", una suela de neumático y cuatro cordeles). Al hilo de todo esto, y aprovechando un consejo tomado al vuelo de un sensato amiguete de Ávila (gracias, Carlos), buceo por la red tratando de dar con alguna pista sobre mi lesión que vaya algo más allá del reposo e ibuprofenos. Y llego hasta aquí.

Hagan la prueba, yo la he hecho. Súbanse a una cinta de correr pertrechados con ese calzado de altísima tecnología que todos los frikis de esto tenemos. Empiecen a correr sin pensar demasiado. Ahora fíjense. Están ustedes aterrizando con el talón, aprovechando el "air", el "gel", el "wave", o cualquier otro material espacial inyectado en la suela de sus zapatillas para salvaguardar su integridad física cada vez que tienen la mala idea de ponerse a correr. Como cuentan en el vídeo (sorry, está en inglés pero es lo que hay), en cada apoyo se produce un frenazo brusco de kilos y kilos de fuerza (si son rápidos peor para ustedes). Cuenten el número de frenazos por minuto y multiplíquenlo por el tiempo en que entrenan y compiten. En fin, estamos sanos de milagro.

Ahora quítense las zapatillas y arranquen. Sí, descalzos, sin miedo. Empiecen a correr con suavidad. Pronto verán que su biomecánica ha cambiado. Sin toda esa amortiguación ya no aterrizan con el talón. Se protegen posando el antepié (un par de centímetros antes de llegar a la base de los dedos) y reduciendo el impacto con un suave balanceo hacia el talón. Todo ello muy sencillo, muy natural. Fantástico.

Ayer salí a caminar puesto que sobre el papel no puedo correr. Se me ocurrió probar, no descalzo, pero sí con ese nuevo patrón biomecánico. 2 horas después dejé de trotar con una expresión en mi cara parecida a la de cualquier científico de éxito tras su personal "eureka". No diré que no noté nada en el tendón, pero tardé 45 minutos en saber que éste existía y lo que sentí no merece llamarse siquiera molestia. No diré que fui cómodo. Corrí muy despacito, con zancadas muy cortas y fatigándome por partes de mi cuerpo que posiblemente no habían trabajado nunca. Y con agujetas al día siguiente, claro. Pero creo que he descubierto algo.

En franco contrapeso para dotar de algo más de ciencia mi razonamiento debo admitir que por un lado se alzan también en la red voces autorizadas en contra de esta tendencia del correr minimalista. Se habla del riesgo de cambiar las zapatillas por la piel desnuda de nuestros pies así, sin más, y de lo duro que puede ser para nuestro organismo un cambio tan brusco y repentino. Se habla de fracturas por estrés del metatarso. En fin.
Supongo que no se trata de eso. No va de tirar a la basura las zapas y empezar a emular al gran Abebe Bikila sin más, pero no me negarán que parte de razón lleva la teoría del atontamiento de pies y piernas con tanta amortiguación. Yo lo veo como una oportunidad de fortalecer la estructura músculo-esquelética propia de esto del correr, y como una ocasión de revisar los principios biomecánicos en que se asienta esta actividad que tanto nos gusta.

No voy a empezar hoy a correr descalzo. Estoy en capilla de esos 101 que haré en su mayoría caminando puesto que otra cosa sería un suicidio deportivo. Pero estoy seguro de que tanta zapatilla cibernética nos atonta pies y piernas, y en cuanto retome la actividad tras recuperarme de Ronda usaré eso del "barefoot running" para fortalecer el aparato locomotor y como medio de prevención de lesiones, aunque siga utilizando mis zapas de toda la vida con mucha frecuencia. Y luego, si todavía esto le interesa a alguien, ya lo contaré en este rinconcito...

...y me compro unas de estas

Salud y kilómetros a todos.

jueves, 21 de abril de 2011

Trail Serra de Tramuntana


Tras los malos augurios que mi maltrecho físico apuntaba, esto es la crónica de un éxito (en realidad dos) a pesar de los pesares.

Llevo meses lesionado. En otras condiciones hubiese parado, me hubiese curado descansando y listo. Lo que pasa es que la lesión llegó en el peor momento posible, en plena vorágine de objetivos de la temporada, y trampeando estoy aún aquí.

En Barcelona (maratón) abandoné. Duré 13 km. Terminé cojo y me despedí prácticamente de todo lo que seguía. Recuperé algo en 10 días, y me pasé a la bici, donde el tendón de aquiles sufría mucho menos y podía entrenar sin apenas molestias. De ahí pasé a pensar que si podía ir en bici y podía andar aceptablemente lo mismo llegaba a las competiciones ya comprometidas (Trail Serra de Tramuntana y 101 de Ronda). Como la montaña se podía hacer andando e incluso con la ayuda de los bastones había alguna opción más.

Pero antes acudí a Pollença con el club. Era el Campeonato de Baleares de Medio Maratón, y había que tomar la salida por imperativo legal. La estrategia estaba clara: salgo, me retiro, certificado médico y salvo los muebles. No iba a meterle al tendón 21 km de asfalto llevando 4 semanas de bici y poco más en las piernas. Salí con los más veteranos del club, despacito, despacito,... y terminamos llegando. El tendón protestó pero la molestia era soportable. Supongo que aprendí a convivir con ella y el dolor no fue esta vez suficiente como para no correr. Hice mi peor marca de siempre terminando más feliz que nunca. Y 6 días después, la montaña.


De esta guisa nos presentamos Raúl, Antonio y yo en la salida del TST. Sobre el papel, 62 km atravesando la Serra de Tramuntana de Mallorca, con casi 2500 metros de desnivel positivo (de subida) y un circuito durísimo por pedregoso pero de insuperable belleza natural.

El objetivo era terminar, tirando de cabeza y de bastones, esperando que saliera el dolor de Pollença y no el de Barcelona. Lógicamente sólo andando.

De Valldemossa a Deià ya tropecé con José Miguel, un amiguete al que había conocido en otra carrera mallorquina tiempo atrás. Él iba acompañado. Hicimos juntos un buen tramo pero antes de Deià le perdí la pista.
La salida de Valldemossa ya la conocía: casi una hora cuesta arriba hasta el Camí de s'Arxiduc. De ahí la bajada a Deià, donde entrenado me había caído y partido un bastón. Sin incidentes. De hecho incluso corrí un buen tramo de la parte final de la bajada hasta el avituallamiento. Saliendo de éste traté de volver a correr pero el tendón me dio un pinchazo. Paré y tomé un ibuprofeno aprovechando el estómago lleno. Seguí sin mucha novedad, esta vez andando hasta Sóller, en lo que era la parte suave de la carrera. Tras el avituallamiento de Sóller, donde repinté de vaselina ambos pies, ya algo perjudicados, empecé la durísima subida del barranco de Biniaraix, donde di alcance nuevamente a José Miguel. Su colega andaba fuerte ya algo más adelante, y decidimos seguir juntos (pero sin contrato) lo que durase la aventura, que fue hasta la línea de meta.

Charlando animosamente alcanzamos la zona de los lagos de Cúber, donde nos avituallamos nuevamente y salimos tan llenos de ánimo que nos perdimos. Hubo que volver sobre nuestros pasos, de nuevo al avituallamiento, para encontrar las marcas del recorrido y tomar el camino bueno. A buen ritmo llegamos hasta el pie del Coll de la Massanella y empezamos la subida. Personalmente se me hizo dura, muy dura. Llevaba muchos kilómetros con la molestia del tendón y la fatiga se iba ya acumulando de modo importante. Suerte que llevaba los bastones conmigo. Pienso que sin ellos, ahí hubiese terminado la aventura. Coronamos la Massanella y paramos para hacer alguna foto de recuerdo. La mía encabeza esta entrada. La de José Miguel es esta:


No se dejen engañar por la sonrisa de pose. También él iba tocado pero tuvo dos narices de seguir con buen humor hasta la meta.

La bajada de la Massanella nos llevó hasta Lluc. Dicen que quien llega a Lluc termina la prueba, porque de ahí al final hay un tramo de algo menos de 18 kilómetros que es un regalo comparado con lo que acabábamos de pasar. Lo que ocurre es que ya es mucho lo acumulado en las piernas, y a nuestro lado hubo gente que lo dejó en el control de Lluc. Nosotros no, nos avituallamos y salimos para Pollença, buscando la meta y pensando que el dolor es temporal pero la gloria es para siempre.

Bajando a Pollença se nos hizo de noche. Colocamos los frontales en posición operativa y seguimos un descenso que se me antojó largo, muy largo, gracias al tute que llevaba encima principalmente. En ese brete recogimos varios cadáveres. La gente, sobretodo los del Ultratrail (105km) llegaba muy mal al tramo final de carrera. El que no arrastraba una rodilla arrastraba un tobillo, el que no la espalda o un gemelo. Llegué a la conclusión de que en este tipo de carreras no se trata de saber si habrá dolores. Se trata de ver cuánto dolor está uno dispuesto a soportar. Mi tendón llevaba casi 50 kilómetros dando la lata y en los últimos 5 dolió algo más de la cuenta. No corrí nada ya. Tan sólo caminé. Y llegamos en un grupo de 4 al pueblo de Pollença, que debíamos cruzar. Ahí perdimos las marcas del circuito. Tuvimos que volver sobre nuestros pasos pero ni aún así dábamos con referencia alguna del camino. Entonces alguien dijo que la meta estaba en el refugio de puente romano, y decidimos seguir algunas señales que apuntaban a tal lugar, hasta que se me ocurrió usar el teléfono. Raúl y Antonio estaban esperándome en la línea de meta: llamé a Raúl, diciéndole que ahora íbamos para el refugio... "¿Qué refugio? La meta está en el Polideportivo municipal" ¡¡¡Pardillos!!! Volvemos sobre nuestros pasos, hartos ya de callejear a esas horas por el pueblo y conseguimos que unos lugareños nos orienten en nuestra salida hacia las instalaciones deportivas municipales. Al ponernos sobre la pista del lugar reaparecen las marcas del circuito y con el mayor decoro posible alcanzamos felices la línea de meta. Al final fueron casi 66 km (de GPS) con pérdidas y todo. Muy duro.

Nunca había estado tan mal al día siguiente, ni después del Ironman. Esto del monte es muy duro. Sin embargo el tendón, tras recibir sus merecidos mimos, respondió bien. Tras Barcelona cojeé 4 días. Tras el Trail podía andar bien por lo que respecta al tendón. Por lo que respecta a lo demás tardé 3 días en caminar como una persona normal, y todavía me acojono cuando veo unas escaleras.

En menos de 3 semanas voy a Ronda. Luego 1 mes sin correr, pero eso ya llegará.

Salud y kilómetros...