jueves, 28 de noviembre de 2013

14 DÍAS Y 2 MARATONES


El reto dentro del reto, un back to back, desoyendo la ortodoxia maratoniana de máximo dos carreras al año, una en primavera y otra en otoño, y viniendo de un chasco en mi última cita con la distancia, exitosa solo desde el punto de vista formal, ya que crucé (cojo) la línea de meta antes de que cerraran el control.

El primer intento se debería producir en Mallorca el 2 de marzo. Es campeonato de Baleares, y mi club organiza ya tradicionalmente un desplazamiento colectivo al que siempre es un placer unirse aunque solo fuese por la atmósfera tan sana que se respira entre todos los miembros del grupo que se junta habitualmente. No es más que el ya añejo Marató de Calvià remozado, pasado a primavera y con un nuevo circuito, más generoso con el corredor.

Solo dos semanas después tomaré la salida en Barcelona, donde ya he corrido diversas veces (2007, 2009, 2010, 2011 y 2013). Aunque sea un orgulloso menorquín de adopción, correr "la marató" es correr en casa, y una oportunidad de compartir el fin de semana con mi madre y hermanos. Esta carrera era la elegida para la primavera de 2014 antes de que moviesen el campeonato de Baleares de octubre a marzo. Pero ¿por qué dos carreras en 14 días y por qué esas dos?

La primera razón es que me las han puesto así. Quería correr en Barcelona y el campeonato de Baleares, y la Federación abandonó por razones que no vienen al caso el Tui Marathon de Palma y convirtió Calvià (ahora Magaluf) en su carrera "oficial". Mis compañeros van, y yo con ellos como Buzz Lightyear, hasta el infinito y más allá.

La segunda razón reside en lo desconocido: no lo he hecho nunca y además carezco de talento especial alguno para esto de correr. Sé que hay superclases que se comen maratones un día sí y otro también, pero no tengo la certeza de poder hacerlo yo dos veces en dos semanas. Y solo hay un modo de descubrirlo.

La tercera razón descansa en mi deseo de terminar 2014 con 16 maratones en el bolsillo, y dos de una tacada dejan mucho espacio a las otras dos que me harían falta para conseguir ese reto.

La última razón (confesable) está en la entrada anterior: me encanta la distancia y la mejor forma de olvidar la última carrera es armándola gorda en la próxima. Me ilusiono con los proyectos y este me produce mariposas en el estómago desde ya. Además, tal y como está el mundo, ilusionarse con algo no sucede todos los días.

Próximamente hablaremos del como (en cuanto sepa como se hace esto)

Salud y más kilómetros...


miércoles, 27 de noviembre de 2013

PRIDE AND JOY


Stevie Ray Vaughan está arriba entre de mis músicos de cabecera, uno de los más grandes del blues 

Estoy esta tarde maratoniano y reflexivo. Anduve leyendo las aventuras de Rafa y su preparación para debutar en la distancia en Sevilla y me venían a la cabeza recuerdos, casi todos dulces pero alguno (reciente y) amargo sobre mi relación con la distancia, pasada y futura.

Tengo la sensación de que, a mi manera, llegué a dominar los 42km de asfalto con el tiempo. Lo primero que aprendí fue a respetar esa distancia, y a hacerlo a través de los entrenamientos. Correr en una prueba de este calibre puede ser una fantástica experiencia pero también algo muy doloroso, y casi todo lo que decanta la balanza hacia uno u otro lado se produce durante los cuatro meses que anteceden al día de autos: aunque existen casi tantos caminos como corredores para llegar a la línea de salida, hay que entrenar.

No siempre he ido igual de bien preparado a la cita con los 42km. Como mi preparación siempre se basó en el no-plan (no confundir con el no-entrenamiento), esa anarquía me llevó a 12 carreras completamente distintas, algunas disfrutadas, otras disfrutadas y sufridas y alguna solo sufrida. Hablo de entrenamiento, no de lesiones, por lo que la última experiencia no cuenta. 

Un botón de muestra: al Ironman de Lanzarote llegué preparado (insisto, desde mis modestos planteamientos). Saliendo del agua tuve un gilipercance que acabó con una fisura en el pie y 222 kilómetros por delante. En la bici sufrí mucho por el tipo de apoyo que me exigía el pedaleo de pie (Lanzarote es sol y viento pero también cuestas por un tubo en el circuito ciclista). Al llegar al maratón tuve serias dudas por la fisura en el dedo gordo del pie, pero al calentar la zona con los primeros kilómetros de trote salió el elefante maratoniano que hay en mí. No sé si alguno se ha parado a mirar los 42km a pie de un Ironman, pero si alguien lo ha hecho sabrá que de medio pelotón para atrás se camina bastante. Conocía el medio en el que me tocaba moverme, un maratón de asfalto y saber que había entrenado más que decentemente me dio la tranquilidad suficiente para, con paciencia, trotar de principio a fin la distancia de Filípides y entrar en meta feliz como una perdiz (y con el pie hinchado como un tomate). 

Llevo 12, ya lo he dicho, pero el reto es terminar 2014 con 16. Es un número redondo para mí, yo nací un día 16. Contaré de qué se trata y porqué más maratón, teniendo en cuenta que en junio corro en Klagenfurt el Ironman Austria: por primera vez, el mes pasado en el Tui de Palma maldecí haber tomado la salida, no por otra cosa que por lo que llegué a sufrir terminando lesionado, y esta distancia me ha dado demasiadas satisfacciones para pensar mucho tiempo en mi última cita con ella. Y como un clavo saca otro clavo, para olvidar el pasado me centré en el futuro. De 12 a 16 van 4, que quisera que fuesen por este orden Magaluf, Barcelona, Austria (cuento el IM puesto que son 42195m con dorsal y distancia homologada, aunque con un poco más calentamiento del normal) y alguna prueba en otoño, todavía por decidir (y el abanico es cada vez más amplio). 

Y hay un reto dentro del reto: de Magaluf a Barcelona hay 14 días, y eso no lo he hecho aún.

Quiero llegar a 16 bien, habiendo preparado cada carrera como corresponde, y terminando siempre en buenas condiciones, habiendo disfrutado del camino.

Es decir, con tanto orgullo como alegría.

Salud y kilómetros.