martes, 21 de abril de 2009

MEDIO MARATÓN DE POLLENÇA

Pepe y Richy. Compañeros y hermanos. Listos para la batalla

El equipo casi al completo. El presi (segundo por la derecha, abajo) con prisa


Los del Crismar CCE Sant Lluís cometieron en su día un error por el que les estaré eternamente agradecido. Me admitieron en sus filas. No sólo no parecen estar arrepentidos por ello pese a todo, sino que encima me tratan de cine y se me llevan de excursión. Gracias chicos (y chicas).

Salimos el sábado para Mallorca. La base está en el mismo Puerto de Pollensa. Todo perfectamente dispuesto para que sólo tengamos que poner las ganas de correr. La organización de Xec, Beni y compañía impecable como siempre. El calor del grupo, algo impagable, dan al fin de semana aspecto de reunión de amigos. Ambiente inmejorable.

El domingo amanece soleado. Hará calor. Me visto con camiseta interior por si las moscas, y puede que también por un pudor mal entendido. Justo antes de salir veré que ande yo fresquito ríase el personal (...¿o no era así?...) y terminaré en tirantes rollo Sebastian Coe.

Bueno, la crónica: llegamos con casi dos horas de antelación a la salida. Cosas del autobús que nos pone la organización, y que sin rechistar acatamos. Mejor, más tiempo para departir con el personal, sacar unas fotos de recuerdo y prepararse para la tortura.

Con José Luís Blanco (plata en 3000 obst. Goteborg 2006) y Erik Kibet (1:03 en esa carrera), posando al grito de ¡¡¡igualitooos!!!

Atrás queda una jornada de concentración deportiva, una comida de club y una odisea para alquilar un coche en condiciones, sin la carrocería abollada y con la documentación en regla. Ya nada de todo eso cuenta, ni siquiera lo dura que estaba la cama o lo fresquita que estaba la cerveza del Pub irlandés ese en el que terminamos todos aquellos que pretendíamos arruinar nuestras marcas en medio maratón al grito de ¡a hidratarse que va a hacer calor!

Con el gran Miquel, psicólogo aficionado, y SuperXavi "a 4". Tan buenos como inseparables

Bueno, antes de ir al meollo de la cuestión un par de fotos más. La segunda porque les aprecio un montón, Julio y Margarita, Margarita y Julio, tanto monta, monta tanto. El verdadero espíritu del atletismo popular. ¡Que no falten nunca!

La primera foto, con Helke e Inga (los nombres son ficticios para salvaguardar su identidad y no sufrir querella alguna por difamación). ¿Por qué aparecen? Hombre, a riesgo de parecer machista, adornan y no dijeron que no.



Al lío. Con un calor de mil demonios dan la salida. He convencido a Richy para que me acompañe lejos de la élite junto a la que lo encontré en los prolegómenos. El insensato debe salir con una periostitis tibial de caballo y dos meses parado, recorrer una decena de metros y retirarse (para cumplir con los trámites administrativos derivados de su inscripción en el Campeonato de Baleares de Medio Maratón). Montse también sale con nosotros. A los 200 metros el cojo protesta por lo pausado del ritmo y desaparece pelotón alante. 100 metros después, Montse me mira de reojo y advierte que venir conmigo no es la mejor de las ideas. También tira. Sabia decisión.

Salgo pues atrás, pegadito a un grupo bastante numeroso de "balas rojas" del Club Atletismo San Pablo de Sevilla con los que charlo animadamente un par o tres de kilómetros. Les doy recuerdos para el Gran Scheilor, compañero suyo en el club y de alguno de ellos además en los Pretorianos de Tomares, grupo de ultrafondistas sin desperdicio ninguno, que corren pertrechados con corazas, cascos, escudos y estandarte pretoriano, y que tienen en los 101 de Ronda su carrera fetiche. Hasta que ya ni la buena conversación oculta que ellos tienen su ritmo y yo el mío, y les animo a que tiren a su bola.
A pesar de que el primer kilómetro sube ligeramente, los siguientes 4 o 5 se desarrollan a lo largo de un suave descenso que permite correr cómodo. En algunos momentos incluso diría que me siento como inmerso en lo que los del otro lado del charco llaman "runners high", algo así como un estado ideal en el que corres sin esfuerzo, como casi flotando sobre el asfalto. El kilómetro 6 (y las distancias son aproximadas) me baja de una colleja al pavimento. Empiezo a patear, ya más solo que la una, cuesta arriba, por una especie de avenida infinita de lo más aburrida. Ahí la carrera me revela sus claves: perfil engañoso, recorrido aburrido, escasa animación y calor, mucho calor.

Paso la zona del puerto y desde el paseo marítimo aparezco en una rotonda que desemboca en una suerte de camino rural (asfaltado, lástima) en el que la soledad y la incipiente fatiga empiezan a ser evidentes. Ahí aparece enseguida el kilómetro 13 y mi rodilla empieza a manifestarse, primero en un tenue lamento, y pronto en un agudo dolor. Adelanto a una moza de bastante buen ver a la que animo. Cuando alguien como yo adelanta, a esas velocidades, da tiempo de charlar un buen ratito hasta que se supera completamente al adelantado. O no me entiende esa chica cuando la animo, o parezco yo un moscón de cuidado o ambas cosas a la vez, pero el pretendido microdiálogo se queda en un triste micromonólogo, y sigo. Pasando el 14 la rodilla molesta cada vez más. En el 15 el dolor es poco menos que insoportable, el camino aburridísimo y mi cabeza empieza a barruntar en negativo. Mando al carajo eso de "¿yo?, poquito más de dos horitas" y me pongo a caminar. El dolor, pronto se convierte en molestia, y en un par de minutitos mal contados empiezo a trotar de nuevo. Eso sí, despacito con la idea de acelerar en cuanto el cuerpo me dé via libre. Poco a poco recupero mi ritmo, no por completo pero sí a niveles aceptables. En ese momento entro en el pueblo de Pollensa donde advierto que no estaba corriendo en el desierto sino en un lugar habitado. Además debo añadir que en esas estrechas calles la gente anima, y eso eleva el espíritu hasta de un trotón que lleva 18 kilómetros en las piernas. Hasta el 19 genial. Entonces, sin pedirlo en absoluto, la calle se empina por espacio de casi un kilómetro. Me viene a la cabeza la calle Mendizábal de Almansa y su desnivel cabrón, pero como vengo de subidón supero el escollo con aceptable ánimo. Pronto cae el 20, a gritos de "¡vamos campeón, que ya lo tienes!" y entro en el Polideportivo municipal bromeando con los voluntarios acerca de si queda mucho o no (300 metros quedaban, más o menos). Me gritan que ánimo, que en la meta hay donuts a toneladas, y sale de mí el Homer Simpson que todos llevamos dentro para completar esa media vuelta a la pista de atletismo como si tuviera que atrapar a los keniatas. Entro en meta brazos en alto y corro a ver a mis compañeros.

Mi tiempo, como siempre, una ruina. 2 horas 17 dice el Fore que, por cierto, se ha portado como un campeón toda la carrera. Calor, cuestas y otras trampas han hecho pinchar a más de uno en esta carrera. Bonito circuito porque Pollença es un lugar precioso, pero los tramos con rectas interminables y sin público se han hecho duros desde el punto de vista de coco. Aún así, repetía mañana mismo. Eso sí, con todos los de club. El fin de semana me pareció mejor que las más divertidas excursiones del cole. Volveremos.

Salud y buenos rodajes a todos.

Por cierto, Richy, sus dos meses parado y su periostitis tibial terminan, los tres en 1:50. Un capullo le preguntó en la salida qué hacía un gordo como él en una carrera como esta. En el kilómetro 17, el gordo cojo adelantó al capullo, le saludó mano en alto y sonrisa socarrona y enfiló camino de meta apretando los dientes por el dolor pero feliz por cerrarle la boca al capullo.