viernes, 4 de julio de 2014

IRONMAN AUSTRIA 2014.



Tratando de no hacer demasiado ruido el domingo pasado completé mi tercer IRONMAN en Klagenfurt, un lugar diseñado para vivir bien y correr triatlones en el sur de Austria. Va a ser difícil de olvidar, y posiblemente quede esta carrera en el lugar de mayor honor de entre las competiciones en las que he tomado parte por infinidad de factores.

Para empezar el Road Trip que armamos tres amigos, conduciendo una autocaravana de alquiler desde Barcelona, haciendo turismo de poca monta por Venecia hasta llegar a Klagenfurt, la capital del estado de Caríntia con sus casi 100.000 habitantes, su arquitectura típica, sus calles impolutas y su enorme lago Worthersee, de aguas tan limpias que pudiérase beber de ellas.

Si Austria me pareció Alemania en delicado, el Ironman Austria me pareció Frankfurt en más bonito si cabe, con algún lujo menos y mucho más encanto.

LA CARRERA

Siempre dije que había entrenado. Suelo decir también que  si yo puedo terminar el Ironman cualquiera puede, y lo pienso de verdad. De todos modos ese punto de vista hay que ampliarlo: cualquiera con salud y tiempo puede enfrentarse al reto, pero hay que entrenar, y en serio. Había hecho los deberes. En el fondo sabía dos cosas: podía mejorar mi marca personal de Frankfurt porque mi preparación era sensiblemente mejor (uno). En Ironman es casi imposible pensar en la marca porque casi todo puede ir mal (dos).

Nadé como un pardillo. Jamás había sufrido tanto en la salida de un triatlón. Éramos 3000, pero a pie de playa me pareció que estábamos bien distribuidos, y que la salida iba a ser limpia. Error. Con el cañonazo llegó (al menos para mí) el caos. Golpes, empujones, montoneras, imposible nadar por espacio de, al menos 3 o 400 metros. Con algo más de sitio me sentí agobiado como un novato, sin poder coger aire suficiente para seguir nadando. Me costó el primer largo (1400 metros) nadar parecido a los entrenamientos. Los últimos 1000 metros son en un canal. Ahí otra vez los golpes, los empujones y el malestar, deseando llegar de una vez. Al final salgo del agua habiendo nadado de verdad menos de la mitad del recorrido. El GPS dice que fueron 4000m para mí. Aún así el crono baja mi mejor marca en la natación del Ironman. Al menos eso.

Los 180 km en bici suelen dominarme. Siempre llego al km 150 muy cerquita de mi límite y los últimos 30 me parecen puestos para jorobar, simplemente. Esta vez no fue así. Me marqué un ritmillo que cumplía con mis posibilidades teóricas, lo respeté y llegué al final, si no con ganas de más (no exageremos) sí al menos satisfecho y razonablemente fresco. Lo de fresco también se refiere posiblemente a los 90 km últimos bajo una lluvia a ratos intensa que puso alguien ahí para recordarnos que lo de ser hombres (y mujeres) de hierro no puede ser nunca fácil. Pues eso, que me bajé de la bici muy satisfecho, habiendo dominado el recorrido, consciente de que lo había hecho como quería hacerlo y sintiendo que no había más secuelas que las justas y necesarias. El objetivo de guardar energías parecía conseguido.

Y empecé a correr los 42.2 km. A pesar de ser razonablemente mediocre en todo, tanto en el agua, como en la bici o también corriendo, debo decir que al acabar el sector ciclista del Ironman siempre siento un ligero alivio, pensando que lo que me queda, no diré que lo domine, pero sí me resulta mucho más familiar. Sé que con mi ritmillo tranquilo los kilómetros caen. Además en el Ironman no hay "muro". En realidad hay varios "muros", uno los va golpeando sucesivamente, con tanta asiduidad que ya no se nota el paso de uno a otro. Y lo dicho, empecé a correr. El objetivo era ese, al ritmo que fuese, correr todo el tiempo. Para los menos avezados en este tipo de carreras diré que, al menos en parte, mucha gente camina en el sector de maratón de un Ironman. Yo caminé algo en Frankfurt, conseguí correr todo el tiempo en Lanzarote y me propuse hacerlo así también en Klagenfurt. Hasta el km 17 perfecto: ese trotecillo tranquilo, hasta cómodo, esa sonrisa en la cara, feliz porque iba bien, de verdad, dentro de lo que cabe con lo que llevaba ya encima iba bien.

Entonces Pandora abrió la Caja de los Truenos. El revoltillo de plátanos, barritas, geles, isotónicos, cocacola y demás empezó a revelarse en mi bajovientre. Dolor, ligero al principio, difícil de soportar después. Me paro en la primera cabina-wc que veo y está impracticable (evito describirla porque se trata de un morbo innecesario, pero creedme que no se podía ni entrar). Más adelante el recorrido cruza una especie de club de campo, con sus socios sentados en mesas del bar animando la carrera. Salgo del circuito y pregunto por el servicio. Lo uso con tranquilidad hasta sentirme algo aliviado. Vuelvo a mi maratón pero los problemas no se han resuelto del todo. 8 km más adelante aparece otra cabina sanitaria, no tan sucia como la primera. Paro y la uso. Salgo como antes, algo aliviado pero lejos del 100%. Sigo cabreado porque voy bastante bien de piernas pero con un malestar gástrico brutal. Llego al casco urbano y me meto en una cervecería para jolgorio de la concurrencia. En su baño trato de vomitar, a ver si eso me alivia. No lo consigo. No es eso. Repito con las aguas mayores por tercera vez, lo que parece funcionar algo mejor pero me revela a su vez que estoy bastante deshidratado (observando el color de la orina). Como el estómago ha mejorado ya algo más, dedico mis esfuerzos a la rehidratación, empezando un ritual exagerado a simple vista pero eficientísimo al final: cada avituallamiento 2 vasos de agua, 3 de isotónico y 2 más de agua ("you are thirsty my friend" me dijo uno de los voluntarios). Lo repito dos veces en dos paradas sucesivas. En tres avituallamientos paro otra vez al baño. Un pipí clarísimo: todo ok. Como ya no me entra nada sólido, en el km 35 introduzco de nuevo la cocacola en las paradas, por el azúcar, y rezo porque no haga falta comer de ahí al final. El estómago está mucho mejor y corro aceptablemente ligero (insisto, para lo que llevaba encima y en comparación con el panorama de caminantes que me rodea en esos momentos).

En el 38 ya veo mi llegada mentalmente. La haré despacito y disfrutando. Y rompe a llover a lo bestia, pero me da igual. Corro entre charcos pero no me importa. Los kilómetros salen cada vez más rápidos porque la adrenalina le echa una mano a los músculos hasta la última curva. Ahí un desconocido me da un abrazo y me felicita ("congratulations, you did it"). Piso la alfombra azul y supero el pasillo de cheerleaders. Le señalo mi dorsal al speaker que enloquece (bueno, es lo que me pareció, pero lo hacía con todos y todas) y grita "from Spain, Josep Garriga, YOU-ARE-ANNN-... I-R-O-N-M-A-N!!!" y cruzo la meta.

14h43. Marca personal aunque sea por 2 minutos. 

Me cuelgan la medalla, me dan una manta térmica y un chubasquero porque llueve a mares aunque ahí están todos (speaker, cheerleaders y gradas abarrotadas). Paso a la carpa de recuperación. Me ofrecen un masaje pero declino el ofrecimiento. Me siento en una silla me tapo la cabeza con la manta térmica y rompo a llorar sin saber muy bien porqué. Dos voluntarios se acercan por si todo anda bien. "Emotion, just feeling a bit emotional" acierto a decirles. Sonríen y me felicitan. Se me pasa el bajón. Siento que he ganado. Pienso en  mi mujer y en mi hija, en todo lo que han sacrificado para que yo esté ahí y en lo mucho que las quiero a las dos. Soy muy feliz.

Al día siguiente salimos a dar una vueltecita en bici para soltar piernas. Pocas secuelas para lo que esperaba, tanto físicas como de coco. Pensando en el siguiente, como es lógico. Es que estamos enfermos, pero ¡bendita esta enfermedad!

Gracias por cada mensaje de ánimo de los recibidos por todos los canales. Al tomar cobertura el móvil empezó a echar humo.

Salud y buenos kilómetros a tod@s