domingo, 25 de noviembre de 2007

AUTOBUSES DIESEL

Desde que terminé el maratón de Palma, del que me recuperé sorprendentemente rápido, he contado casi mis días por trotes. Salgo cinco o seis veces por semana si el tiempo lo permite, y suelo rodar entre 6 y 8 kilómetros a un ritmo diesel total, es decir, lento, muy lento.

Otra novedad es seguramente que suelo correr acompañado, organizando autobuses a la primera oportunidad. La técnica del autobús debe tener su inventor, pero yo la conozco por el maestro Palillo. Consiste básicamente en organizar un pelotón de pasajeros de ese autobús y nombrar conductor al corredor más lento. Ovbiamente, el conductor es quien debe pisar el acelerador o el freno en función de sus sensaciones. Así vamos todos juntos y nadie sufre más de la cuenta.

De todos modos, y a pesar de que ando tan feliz así despacito por los bosques, en un par de semanas tengo pensado empezar un plan para medio maratón, de esos que con la etiqueta sub 2:00 te garantizan que llegas a la meta en menos de dos horitas. Me da que para Getafe, a finales de enero (y con un frío del carajo) no voy a llegar, pero no hay nada descartado. Aún así, estaría bien andar fijando fechas para ese autobús bloguero. Está claro que para todos resulta más sencillo tener un objetivo claro marcado en el calendario, con día y hora. Vamos a ir pronunciándonos, amiguetes.

A tal efecto, abro una lista de pasajeros. El billete es gratuito (bueno, descontado el coste de inscripción, desplazamiento, hotel si es preciso, comilona, cervecitas y gastos imprevistos).

¿Qué carreras nos convienen y quién se apunta al autobús?

lunes, 19 de noviembre de 2007

TRES VECES DIVERTIDO

Si en sentido estricto un triatlón consiste en encadenar tres segmentos en los que se nada, se monta en bici y se corre por este orden, entonces el domingo fue mi debut en la especialidad. Si hay que pasar de una prueba a otra cagando leches y tratar de llegar cuanto antes a la meta muriendo por la mejor marca posible, entonces tengo mis dudas.

Nos plantamos unos cuantos amiguetes en el muelle de Es Grau poco después de las diez de la mañana. Ni el frío ni las medusas pudieron con los ánimos, y enfundados en nuestra respectiva piel de foca (en la que me embutí no sin cierto esfuerzo y retención respiratoria) nos lanzamos al agua sin manguitos para chapotear por espacio de lo que debían ser 1500 metros (lo que sale a nuestra espalda en la foto, pues ida y vuelta) y francamente no creo que llegase a tanto.

Los valientes justo antes de nadar

Al entrar en el agua sentí como mis pulmones se hacía pequeñiiiiiitos y me costaba mucho respirar. El agobio duró unos doscientos metros. Más allá me concentré en nadar relajado, sin perder de vista la referencia en la costa y la compañía submarina en forma de tranquilas medusitas. Fue empezar a sentirme bien y darme cuenta de que un par de amigos iban mal atrás. Total, como los de delante nadaban ajenos a ello, me quedé con Ángel y Pedro por si las moscas, y terminamos los tres el segmento de natación en la cola del pelotón.
Aquí descubrí el verdadero carácter del triatlón de paquetes: Todos nos esperaban en la transición, cambiándose con la calma para afrontar los casi 44 kilómetros en bici.

Empezando el segmento ciclista
Empezamos el sector ciclista tranquilitos. Cuando subimos un poco el ritmo, Pedro acusa el no contar con una montura en condiciones y se empieza a quedar. Sabiendo que en poquitos kilómetros empiezan las cuestas le esperamos y seguimos todos juntos. Por delante, Carlos pincha la rueda de atrás. Lleva cámara de repuesto pero no bomba para hinchar. Al darle alcance paramos a echarle una mano. Resolvemos el problemilla y seguimos todos juntos. Con el paso de los kilómetros el grupo se estira. Llegamos de vuelta a Es Grau en un largo goteo de paquetes en bici. Cambiamos el calzado, nos hacemos la foto de salida y empezamos a correr.
Justo antes de empezar a correr
El segmento de carrera lo convertimos en un dulce trote por los bosques del parque natural de la Albufera d'Es Grau volviendo por la playa. Mis obligaciones familiares me llevan a correr media vuelta menos que los demás, por lo que sin que sirva de precedente, llego destacado a la meta y no con el pelotón de cola (a los que luego espero para sacarles la foto de llegada, segundos antes de salir escopeteado con mi santa hacia el aeropuerto a recoger a suegro y cuñado)


Llegando a la meta. Fotos cortesía de mi Santa
Insisto, no sé si hice un triatlón o cualquier otra cosa, pero sí que me divertí mucho, me cansé bastante y disfruté demasiado como para no repetirlo a la primera oportunidad que se presente.

sábado, 10 de noviembre de 2007

PELOTON

El próximo domingo, en 8 días de nada, organizamos con unos amiguetes lo que llamamos un "Triatlón de paquetes". La propuesta estaba en 1500-42-10, algo parecido a la distancia olímpica, pero el refunfuñar de los más ciclistas del lugar dejó el tramo de carrera a pie en 5 kilometrillos.

Lo de los 1500 en el medio acuático tiene de dificultad el conseguir embutirme en el neopreno de buzo de los avernos que me han prestado. Una vez dentro no habrá medusa que se me resista. La distancia la estoy nadando ya bien en la piscina, y dice mi amigo Pavel, un triatleta con ranking (a saber lo que será eso...) que nadar con el traje está poco menos que chupado porque flotas más.

Correr 5 kilómetros, a ritmo de elefante de la sabana (léase sa-bá-na, y no aquello que se me pega todas las mañanas que toca currar), no va a ser un problema mayor. Lo jorobado será la bici, porque el perfil es cabrón, al menos en sus primeros 20 kilómetros, justo al dejar la playa.

Por eso salí esta mañana a lomos de la flaca, con más pinta de globero con aspiraciones que otra cosa, y escuchando el chirrido de al menos una de mis rodillas, salí a comerme unos cuantos kilómetros. A la media horita larga de suave pedaleo, cuando más ensimismado estaba disfrutando del paisaje, me cruzo con toda la tropa de la Asociació Cicloturista de Menorca, que viene en sentido contrario. Ahí algún amiguete me reconoce (lo dicho, mi pinta no deja lugar a dudas) y me grita algo así como "Maricóoooooon, cruza y venteeeeee!!!" (grito más cercano esa confianza que da asco que a la homofobia). Les hago como que no les veo, y cuando no tengo más remedio que contestar afirmo que ando con molestias y no quiero ser un engorro para ellos. Insisten todo el tiempo que va desde que nos vemos de cara hasta que pierdo de vista sus traseros. Entonces me sabe mal, cruzo la carretera y voy tras ellos.

Maaaal, Pepe, mal. Tienes a un pelotón de tipos con los huevos pelados de andar en bici rodando con viento en contra y ¿piensas atraparles?. Bueno, confiaba en que alguno giraría la cabeza. Nones. Les pierdo de vista. De todos modos sé adónde van. Terminarán en Fornells, tomando un café. Me voy para allá, llego tarde de narices pero con tiempo para sentarme dos minutitos con todos ellos. Les digo que hice 25 o 30 kilómetros en sentido contrario desde que nos cruzamos y luego fui a por ellos. Risas.

Termina el cafetito y salimos todos en pelotón. Ruedo con ellos hasta el cruce de la carretera de Maó. Es una delicia. Una veintena larga de ciclistas rodamos a 32-35 km/h sin apenas esfuerzo, charlando de dos en dos o de tres en tres. Se me hace cortísimo. La próxima vez doy la vuelta al verlos y me voy con ellos. Rodar en pelotón es otra historia.

domingo, 4 de noviembre de 2007

SUEÑOS EN EL PARQUE

Corriendo el 4 de noviembre. Homenaje a los amiguetes

Con ocasión de cierta celebración familiar relevante tuve la oportunidad de viajar a Nueva York en abril de 2005. 8 días en la Gran Manzana fueron suficientes para quedar prendado de sus encantos para los restos.

La ciudad tiene muchos atractivos. Basta revisar cualquier guía de viajes para saber todo lo que se puede hacer en ella. En realidad en NY se puede hacer de todo. De hecho, los neoyorkinos presumen de que el visitante puede pedir cualquier cosa, que en 24 horas la localizan en la City o es que no existe.

También soy fan de algunos iconos culturales del lugar. Paul Auster y Woody Allen me parecen tipos muy brillantes en lo suyo. Ambos tienen a la ciudad como musa para sus creaciones y escenario en el que se desarrollan prácticamente todas sus historias (al menos hasta que al bueno de Woody le sedujo el vil metal y se largó a Londres a rodar Match Point).

Pero lo que de verdad me enamoró de NY fue el parque. La ciudad más impersonal, cosmopolita y multirracial tiene un pulmón verde enorme en el que, al entrar, a uno le parece que el tiempo se detiene, las calles dejan de rugir, las prisas y el stress del gran Manhattan desaparecen, la gente pasea, toma el sol, se sienta junto al lago a leer. Y corre. Miles de corredores comparten avenidas con patinadores, ciclistas y paseantes. NY no sería NY sin Central Park. Y en Central Park termina el sueño de 90000 finishers cada año. Cada primer domingo de noviembre el New York Road Runners Club coloca ahí la línea de meta de la carrera que todos los corredores populares tienen en la cabeza alguna vez en su vida: el Maratón de Nueva York.

Algunos de los habituales de este garito han corrido hoy ese maratón. Todavía no sé cómo les fue. Ellos cumplieron en cierto modo ese sueño de corredor popular, estoy seguro, como en su día lo hicieron otros muchos que como ellos subrayaron esa carrera con rotulador fluorescente en su calendario. Otros vamos a tener aún que esperar. Seguiremos soñando con entrar en el parque trotando, escuchar los gritos de todos esos fans que se agolpan en las gradas de mecanotubo montadas a ambos lados de la recta final, y cruzar esa línea de meta con la mejor de nuestras sonrisas, los brazos en alto como mandan los cánones y alguna lagrimita resbalando por la mejilla equivocada.

Un recuerdo especial a todos los que hoy os habéis enfrentado a la gran distancia. También a los paquetes que seguramente serán ya ultrapaquetes. Yo salí a trotar esta mañana, y la mayoría de mis pensamientos fueron para vosotros. Y los que no, se los llevó NY.