lunes, 15 de marzo de 2010

VUELTA AL TAJO QUE ME PILLA EL TORO...

Después del buen rollete que me dejó el último maratón, con marca personal (que no estaba difícil, ya lo sé, pero es la falta de costumbre) debo recuperar el objetivo principal de la temporada (y de mi vida). Me bajaron de las nubes de golpe los colegas del club pidiéndome marca personal también en el medio maratón de Pollença (11 de abril): nunca he podido correr esa distancia en menos de 2 horas (de hecho mi mejor marca son 2:07) y me apuntaban a que el momento había llegado aprovechando la inercia del éxito en el maratón. Ni hablar.

Ni hablar porque correr en Barcelona tuvo un precio: prácticamente 3 semanas de reajuste de plan: tanto me preocupaba la recuperación tras el maratón que me dediqué a prepararlo dejando de lado la bici y la piscina, no del todo pero sí en parte. Quedan 4 semanas para ese medio maratón y he decidido no tocar ni una coma del plan de entrenamiento, correr la carrera como una sesión preparatoria más y meterme la marca que sea en el bolsillo más feliz que una perdiz. Ya vendran tiempos mejores en todos los sentidos.

Me recuperé fantásticamente del esfuerzo del maratón. El lunes ya nadaba, el martes nadé e hice media horita en la bici del gimnasio, el miércoles más bici y el jueves corrí 40 minutos suaves sin molestia alguna. El viernes combiné la bici y correr, aún sin apretar los dientes, descansando el sábado para salir en cuadrilla con la btt el domingo. Esa fue la semana que siguió al maratón.

Hoy, como digo en la cabecera, volví al tajo. Empecé el día con una hora de carrera contínua suave por la hierba del perímetro exterior de la pista de atletismo. Me quedé con ganas de más pero controlando. Luego 30 minutos soltando piernas en la bici estática y 30 minutos más nadando suave. A lo tonto, a lo tonto, descontando estiramientos y demás mandangas me salieron eso, dos horitas de tute.

Mañana me tocan metros de verdad en el agua y una salida algo más seria en ruta con la bici. Porque la bula del maratón se ha terminado y el contador de la izquierda sigue desgranando días a razón de 1 cada 24 horas, que pasan volando.

Salud y kilómetros a todos.

martes, 9 de marzo de 2010

MARATÓ DE BARCELONA 2010

Hombre, pues para cómo empezó, al fin no estuvo mal. A ver si consigo ser breve.

Me sitúo algo más allá de los atracones de pasta del viernes y el sábado, más o menos el mismo domingo de autos, en principio bien tempranito. Soy un auténtico veterano en esto. Anoche lo preparé todo, pinché el dorsal en la camiseta y me dormí incluso antes de ver cómo terminaba el fútbol televisado. Bien desayuno que hay que llenar el depósito, vacío puntualmente los intestinos como mandan los cánones me visto y me voy. Llego al coche, monto y desmonto: olvidé la vaselina. Vuelta a casa, la pillo y me voy por segunda vez. Llego al coche, monto y desmonto: olvidé las tiritas de la nariz. Vuelta a casa, las pillo y desaparezco por tercera vez. Concuzco hasta la zona universitaria y desde ahí en metro hasta la plaza de España. Movidito ha empezado todo.

Acudo a la cita de las 8.00 con la tropa menorquina. Es una quedada para sacarnos una foto pero no hay cámara, requisito indispensable lo segundo para que se produzca lo primero. Rompemos filas y subo hacia el guardarropa. En plena escalera me paran los cuatro mosqueteros, a saber, Alex (de Nenikékamen), Víctor (Vicman) y su colega Jesús (Bekele) y Manel (Binoy). Departo muy brevemente con ellos empapándome de la ilusión de los dos debutantes y del aplomo de los veteranos. Un par de fotos y al guardarropa.

¿Dónde está la riñonera? No aparece en la mochila. La uso siempre en los maratones para cargar con los geles y algo de dinero para el taxi de un abandono que todavía no se ha producido nunca. Debo de haberla olvidado en casa, yo, el veterano que todo lo tenía tan controlado, sin mi riñonera de los maratones. En fin. Aprieto los geles en el microbolsillo del pantalón, dejo la ropa a una voluntaria (gracias desde aquí a todos ellos) y a la salida en la cola de los 12200. Durante un par de minutos recuerdo algo que hablé con Carlos Velayos hace un tiempo: siento una enorme sensación de soledad rodeado por tantísima gente. Ensimismado en estos pensamientos entretengo la mirada en una camiseta rosa. Enseguida deduzco que es la que la organización da este año a las chicas. Es muy bonita, estarán contentas. Además, ahora que me fijo, conozco a su propietaria. Es Ana Espirulina, junto al gran Hita. Dos caras amigas: me abalanzo sobre ellos no sin algún sobresalto por su parte y esperamos juntos el cañonazo del inicio.

Paso bajo el arco de salida cuando se llevan unos 7 minutos de carrera. Para entonces supongo que los keniatas irán ya a por el kilómetro 3. Despacito, con algo de frío pero controlando mucho el ritmo empiezo a correr mi maratón.

Las sensaciones no son muy buenas: tengo frío (algo que nunca había sentido), las piernas algo pesadas y el cabreo intacto: quería unos prolegómenos perfectos y hasta empezar a correr no tuve más que olvidos e improvisación. Además me pasa mucha gente. Intento relajarme y correr a mi ritmo. Igual no he salido tan atrás como yo pensaba. Antes del kilómetro 3 consulto el Fore por primera vez: llevo 1 hora 9 minutos corriendo y poco más de 11 kilómetros. No lo puse a cero tras el último rodaje. Renuevo el encabronamiento y reinicio el trasto. Ahora sólo podré controlar 39 kilómetros de carrera. Además no sé lo que he tardado en recorrer los 3 primeros por lo que el tiempo que llevo corriendo va a ser simplemente aproximado. Por mi cabeza pasaba la posibilidad de bajar de 5 horas teniendo en cuenta que, si bien no había entrenado más que otras veces, sí lo había hecho algo mejor. Si se da la marca lo sabré al bulto.

Tardo un par de kilómetros en relajarme de verdad. Resulta extraño porque aún después del avituallamiento del 5 me sigue pasando demasiada gente. Acierto armándome de paciencia y no modificando mi ritmo. Si algo sé de esto de los maratones es que es largo, muy largo.

En el 14 veo a mi hermana Marian que me saca alguna pose fotográfica y un par de besos. Iba a correr conmigo desde el 38 al final pero se me raja a última hora. Desde ahí empiezo a disfrutar un poquito más viendo cómo van cayendo los kilómetros poco a poco y mi condición se mantiene en un nivel aceptable.

Poco antes del medio maratón, en uno de esos tramos de ida y vuelta me cruzo con Ana. Celebro la oportunidad de volver a saludarla y sigo adelante. Paso la media en 2:21. Calculo con facilidad y veo que doblando el tiempo bajo de 5 horas. De todos modos sé dónde empieza mi carrera. Rara vez paso la mitad con una marca peor, pero a partir del 31 o 32 las fuerzas me suelen desaparecer.

Poco a poco invierto la proporción y empiezo a pasar a corredores. En el 25 ya veo a bastante gente caminando. Más en el 30. La zona de la playa es siempre mi punto débil, donde más sufrí el año pasado. Ahí me examino: no estoy peor que en el 10 y alucino por ello. Viene a mi cabeza la bici: esas tiradas de 70 y 80 kilómetros le han sentado de fábula a mis cuádriceps y más allá del 35 sigo clavando el ritmo casi de salida.

En el 38 vuelvo a ver a mi hermana con mi cuñado. Intercambiamos saludos, esta vez sin parada, y me voy para el casco antiguo de Barcelona con una ampolla puñetera, algo más tostado de piernas (es un maratón, no una broma) pero aún rodando a un ritmo decente. Ahora la cabeza suma muchos enteros porque el 80 por ciento de los que me rodean caminan y alguno con dificultad. La tentación de acompañarles es grande pero me da que andará cerca lo de las 5 horas y continúo corriendo con aceptable ánimo. Mi mejor marca data del 2007, 5:02, y lo de las 5:20 se ha repetido ya demasiado. Caen así el 39, y el 40. Antes del 41 ya veo la plaza al fondo y mis piernas aún me llevan. No sé cómo pero subo un poquito el ritmo (el último km me sale por debajo de 6'). Antes de las torres venecianas veo un coche con el crono oficial: ¡4: 54:00! Lo tengo, me cambia la cara, aprieto porque hasta le voy a bajar de 4:55 al reloj de meta (hay que restarle los 7 minutos que tardé en salir). Empiezo a pasar a todos. Recuerdo los calambres del año pasado: no están. Me gritan mis amigos desde las gradas: ¡Vamos Pepeee! Y cruzo esa meta con una enorme sonrisa de oreja a oreja que aún hoy, 2 días y muchas agujetas después, no ha desaparecido.

Marca oficial 4:48:20, récord personal. Esto es fantástico. Habrá más maratones.

Enhorabuena a los que llegaron a meta. Ánimos a los que lo intentaron y, a los demás, a todos, mucha salud para seguir en la brecha.


viernes, 5 de marzo de 2010

42 y 195

Por último dejo en el blog este vídeo. No es nuevo. Tampoco para mí, pero en su día me gustó mucho y me parece un momento ideal para volver a él. 42 y 195.

CINCO

No hay quinto malo, o eso dicen. Cuando me propuse el reto de completar un maratón pensaba que estaba bien eso de volver a sentirse joven y capaz de embarcarse en aventuras de ese tipo, pero a la vez tenía claro que mi genética no acompañaba y, si terminaba con éxito, posiblemente todo quedaría en una bonita historia que contar sobre esa vez que me propuse correr la mítica distancia.

Lo que pasa es que correr engancha, y el maratón es la droga dura. Terminé el primero jurando en arameo aquello de nunca más y al llegar a casa ya estaba pensando en el segundo, comentándolo por teléfono con el gran Santi Palillo. El debut primaveral en 2007 tuvo su continuidad en otoño del mismo año. Si primero fue Barcelona, la repetición de la jugada fue en Palma, para correr el Tui. 2008 fue el año de probar Mapoma, sin duda el mejor maratón de todos los que se hacen y deshacen por estos lares. Duro por el perfil pero fantástico en el recuerdo por el trato recibido en el antes, el durante y el después. En 2009 volví a casa, y repetí en Barcelona por logística fundamentalmente. Este año completo la trilogía de la Ciudad Condal y mi quinto "no malo" si todo sale bien. Será especial por muchas razones que no vienen demasiado a cuento. Tengo ganas, muchas ganas no sólo de correrlo sino de disfrutarlo e incluso estoy preparado para sufrirlo porque nadie cubre esos 42 kilómetros sin pasar malos ratos de esos que constituyen la condición necesaria para recordar el día con la mejor de las sonrisas.

Si os cruzáis conmigo, saludadme por favor. Esta vez voy sólo (y ahí está la gracia).

martes, 2 de marzo de 2010

NO QUEDA NADA...


Eso, poca literatura, que no queda nada, menos de una semana y nos paseamos por Barcelona. No se puede pedir más: nos paran los coches, tomamos el asfalto, nos dan agua, isotónicos, esponjas, atención médica, aplausos y gritos de ánimo (aunque alguno al vernos se pregunte qué demonios estamos haciendo tanto loco junto).

Me preguntaba hoy un colega de trabajo si estoy preparado. Le dije que no. En realidad he entrenado algo más que el año pasado, cuando una lesión muscular me fastidió el último mes y medio y salí a ver qué pasaba. De todos modos, mi entrenamiento sigue teniendo bien poca ciencia: corro ratos o ratitos. Encima ahora con lo del Ironman y mi compromiso con la bici y la piscina (algo aparcado estas dos últimas semanas) lo de correr habiendo entrenado específicamente para la distancia deberá esperar a futuras convocatorias.

Mi preparación ha sido la del período de base aeróbica del programa para el IM, añadiendo rodajes algo más largos los domingos, desde 1h30' hasta un tope de 2h46' para no-sé-cuántos kilómetros. Con eso debería bastar para llegar sano a la meta que, al final, es lo que importa.

Como pasé el fin de semana de viaje con la familia corrí el lunes (45') y hoy martes (45' más). Esta tarde me pongo en manos del fisio para uno de esos masajes de descarga del que espero recuperarme pronto (machacan lo suyo), volver a rodar el jueves suave y ya veremos si el viernes hago algo cortito y vigoroso para activar las piernas o simplemente las pongo en alto y me echo una siesta descomunal a la salud de Filípides.

Desde el punto de vista logístico, viajo el sábado, llegando a Barcelona sobre mediodía, más o menos. Mis intenciones apuntan a visitar la feria poco antes de la hora de comer para recoger el dorsal y dar una vueltecita por el lugar. El día de la carrera llegaré prontito a la salida, en metro, supongo, para disfrutar del ambiente de maratón. Me encantaría saludar a todos los valientes que tienen a bien pasarse por aquí de vez en cuando y van a tomar la salida el domingo por la mañana, de corredores o de espectadores, que todo tiene su mérito. Hasta entonces pues, salud y buen descanso.