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Mientras tanto capeo el temporal como buenamente puedo. Los favores en forma de canguros para Carlota me dejan un par de horitas de uso personal día sí, día no. Ese tiempo lo dedico, entre otras cosas, a mover un poquito el culo, aunque cualquier parecido entre lo que hago y entrenar sería pura coincidencia. Seguramente por eso me sentí tan justito el domingo pasado en el primer entrenamiento de grupo para el medio maratón de Menorca. 14 kilómetros que se me hicieron largos: en el 9 ya lo hubiera mandado todo al carajo, pero estaba de guía del grupo más lento y no era plan de dejar al personal sin más. Enchufé la mejor de mis sonrisas y me dediqué a animar a un par de chicas que no habían completado aún esa distancia corriendo nunca.
Lo que sí hago un poco más es nadar. Sobretodo porque he descubierto las bondades de acercarme a Cala Tirant (a 2 minutos de casa, no hay excusas) y disfrutar de los atardeceres de mar en calma. Entonces aquello se convierte en una piscina de ensueño donde nado 40 minutillos 3 o 4 días por semana rodeado de pececitos de colores. No es lo mismo el mar que la piscina, pero nadar donde nado ahora tiene sus ventajas: floto más, me aburro menos, y no debo preocuparme de por dónde adelantar a esa señora que flota enmedio de la calle sin chocarme con el Phelps de turno que viene nadando mariposa como un poseso.
La bici en cambio está, este mes, durmiendo el sueño de los justos. El problema de entrenar con ella es que necesito demasiado tiempo para completar una sesión con cara y ojos, y aunque me resulte difícil de explicar, durante estas vacaciones lo que no tengo es tiempo. A cambio monté una sillita en la bici de mi santa y salimos a pasear con Carlota, normalmente cuando cae el sol, los días en que no puedo ir a nadar.
Ese es el bagaje actual. Tiemblo cuando pienso en el Ironman, porque viendo mi estado actual de forma el reto parece ahora un imposible. El plan de entrenamiento empieza en noviembre. Dice el coach que entonces me va a poner de vuelta y media, pero es que antes hay que hacer una serie de deberes para llegar en condiciones a la primera sesión de tortura, y ahora mismo no soy todo lo aplicado que el coach espera de mí. Eso sí, no por falta de ganas. No necesito tatuarme lo mismo que mi amiguete de la foto en la espalda. Si acaso pondría otra cosa...
Salud y deporte!