Salida de la edición de 2007 de la marató. Mi debut en la distancia. Esa primera vez...
Después de colgar, el otro día, la entrada más corta de este blog, y quedarme tan ancho he ido esta tarde al médico. Me ha quitado el vendaje de ese tobillo al que le ha dado por seguir hinchado adquiriendo bonitas tonalidades violáceas a las que, a su vez, la facultativa de rigor ha llamado despectivamente edema, para añadir que lo llevaba claro si esperaba el alta laboral y olvídese de despedir el año corriendo.
En fin, Serafín, que no pude celebrar mi cuarta experiencia en los 42 barceloneses (2007, 2009, 2010 y espero que 2011) saliendo a rodar. Pregunté por la bici pero la galena me amenazó con más hinchazones y más edemas: a lo sumo la piscina y sin usar las piernas. Y úseme usted una tobillera potente y una muleta de apoyo para liberar de peso a ese feo tobillo. ¡Susórdenes!
Pero volveré. Al menos lo hice ya en el terreno de las intenciones. Diseñé el plan de ataque al ultrafondo y me inscribí en la marató, que espero completar a ritmo de proyecto de ultrafondón (o era ultrafondista...) con el claro objetivo de acumular kilómetros, acumular amigos y acumular medallas de finisher, que también me hacen un porrón de ilusión, y acumular agujetas de lunes.
Eso sí, con todos los respetos por una distancia que no por conocida deja de ser vista con las pertinentes cautelas por su potencial aplasta-osados. Sigo pensando que en estas distancias triunfan los constantes, no los valientes (de los que tanto los cementerios como los 6 o 7 últimos kilómetros de la carrera, andando, añado, están llenos).
A mí me va a pasar como en Calvià con los 21: llegaré con muchos kilómetros (y cuestas) pero no corriendo un pimiento (como siempre, vamos), mi marca será una ruina pero terminaré más fresco que nunca (esa es la teoría, luego el asfalto nos pone a cada uno en nuestra realidad).
Por todo ello digo que la marató será un entrenamiento, algo distinto porque me darán agua, isotónico y esponjas, tendré servicio médico, animación en la calle, y miles de amigos con los que correr. Así todo es más fácil.
Ah, por cierto, seguro que tengo la oportunidad de volver a saludar a viejos amigos. Sólo por eso vale la pena ir.
Hasta entonces salud y kilómetros...