jueves, 30 de agosto de 2007

PASITO A PASITO



Me pasa una cosa que nunca antes me había ocurrido: vivo con salud mi tendinitis. Resulta extremadamente curioso, y puede que incluso algo digno de estudio por parte de algún traumatólogo aburrido. Debo decir que sigo lesionado pero sólo un poquito. Estoy jodido en determinadas circunstancias, pero en otras no, y me explicaré.


Todo obedece al sinvivir producto de un mes y medio de retiro forzoso. En cuanto las señales dejaron de ser malas empecé a experimentar. Dado que caminando no dolía decidí caminar más rápido y más lejos, a ver qué tal. Cogí (agarré para mis amiguetes del cono sur) los bastones y me fui al monte (si es que es monte lo que tenemos aquí). Cojonudo, no dolía. Un pasito más: trocitos de trote ligero sin dejar aún los bastones. Sin dolor, iba bien. Otro paso: a tomar viento los bastones. Empiezo a combinar el trote con caminar. Perfecto, vuelvo a ser feliz. A ello le sigue más trote y menos paseo, caminando sólo en las cuestas arriba (donde peores sensaciones tenía por el tendón). Tampoco eso va mal.


Por tanto empiezo a correr, evitando el asfalto y haciéndolo día sí, día no. Hasta una hora y muy lento va perfecto. Decido ir más allá y me llega la primera señal negativa. A las dos horas de terminar un entrenamiento algo más rápido (durante 1 hora 15) el tendón se queja. Me temo una recaída y doy un par de pasitos atrás: más despacito y menos tiempo. Ralentizo así la progresión salida tras salida y las sensaciones mejoran.


Ayer corrí 10 kilómetros, a un ritmo aceptable, y el tendón ni se enteró. De todos modos, aceptable debe leerse como modesto, porque fue ligeramente por debajo de 7 minutos el kilómetro, para que los aficionados a las matemáticas y a los maratones se hagan una idea de cómo está el patio. Puedo ir un poquito más allá, pero no creo que mucho por ahora. Por eso si sigo sin dolor correré en Ciutadella (21097) y, si lo disfruto, en Palma (42195). Sólo debo acostumbrarme a escuchar a mi cuerpo en lugar de al reloj, y marcarme el objetivo de pasar bajo el arco de meta antes de que lo retiren. Más adelante ya hablaremos, pero hoy la cosa está así. Mucha salud a todos.

miércoles, 22 de agosto de 2007

LUCES Y SOMBRAS

Está siendo este agosto un mes de poco sol y mucho guiri colapsando cualquier espacio medio comercial en cada pueblo de la isla. Es lo que pasa aquí, que si se vacían las playas se llenan los pueblos, por aquel fenómeno de que la materia ni se crea ni se destruye, sino que se transforma en aglomeraciones a las que, francamente, no termino de acostumbrarme.


Como nunca llueve a gusto de todos, cuando lo pasan mal los turistas de sol y playa empezamos a disfrutar los demás, y el tiempo está estos días estupendo para hacer ejercicio al aire libre: temperaturas suavecitas, ratitos de lluvia de esa que lejos de molestar incluso se agradece y poca gente por esos bosques de los que me estoy convirtiendo en un auténtico fan, con eso de evitar el asfalto.


El pie anda ahí. La verdad es que me empieza a dar verdaderamente por saco cansar al personal con los lloros propios de aquel cuya lesión no termina de curarse del todo. No me duele, pero no puedo pasarme con las correrías porque el tendón se encarga de recordármelo a las pocas horas. Experimentando he llegado a algunas conclusiones interesantes:


- No puedo correr más de 1 hora y cuarto en una misma sesión

- No puedo correr por debajo de 6 minutillos 20 el kilómetro (eso no es problema)

- No puedo abusar de la carrera cuando hay cuestas

- No puedo correr largo dos días seguidos. Sí puedo trotar corto y suave días consecutivos.


Si me ajusto a estas cuatro premisas condicionantes puedo considerarme un corredor sano, porque no padezco ni el más mínimo síntoma de lesión. Pero como se me vaya la olla con el volumen de un entrenamiento o con la intensidad el aquiles me molesta a las dos horas de haber terminado, aunque para la mañana siguiente, que es cuando la lesión suele manifestarse con más virulencia, no hay rastro de dolor alguno.


A la vista del estado de la cuestión me he hecho un plan, que todavía tengo que contrastar con el coach, para determinar si estoy en condiciones de afrontar en 6 semanas (a contar desde el lunes próximo) la media de Menorca y en 8 el Tui Maratón de Palma. Para las sesiones largas he recuperado esas divinas lecturas del método Galloway(*), porque pienso que introducir esos "walk breaks" se puede convertir en un elemento clave en mi estado actual. Sin intensidad soy un tipo sano, y creo que puedo afrontar el calendario de esas dos carreras "a terminar", por sensaciones y olvidando un poquito el reloj. Para entonces, si la madre naturaleza se lo curra un poco, espero que el tendón esté en perfecto estado de revista. Si no es así, a otra cosa mariposa y ya vendrán maratones dentro del tiempo que haga falta.


(*) Jeff Galloway es un reputado entrenador de maratonianos populares americanos, defensor de un método de entrenamiento cuya sesión clave es la carrera larga del fin de semana y su elemento básico es combinar el trote con los descansos para caminar, defendiendo que el uso de otros músculos y el descanso que suponen esos "walk breaks" aumentan exponencialmente las posibilidades de terminar la carrera y reducen en proporción las opciones de chocar contra el muro o, incluso, padecer alguna lesión.

viernes, 17 de agosto de 2007

DESPACITO (¿CÓMO NO?)

Después de sumarme al parón veraniego generalizado que padece este país año tras año en lo que a las actividades creativas se refiere, puedo anunciar a los cuatro vientos, no que he vuelto pero sí que estoy volviendo, que no es poco.

Esta semana la he invertido en cambiar el airtal por las zapas, sin perder mucho de vista al hielo por si las moscas. Ese re-empezar decidí tomarlo con mucha calma, auto-imponiéndome una serie de reglas básicas, estrictas e ineludibles (hasta nueva orden, claro): fundamentalmente se refieren a combinar al principio el trote con la marcha, a olvidar el asfalto, a evitar los desniveles y a no correr dos días seguidos. Todo esto va a seguir así, ya vengan maratones o lo que tenga que venir, hasta que mi aquiles izquierdo le diga al derecho que ambos pueden empezar de nuevo una vida en común sin quejas ni reproches.

La bici y la piscina (en cuanto la abran en septiembre) tendrán que ser fieles compañeras de las zapas, porque he llegado a la conclusión de que los elefantes tenemos que entrenar un poco más y castigar nuestras articulaciones un poco menos. Además, de este modo el disfrute se triplica, que al final es lo que cuenta.

No puedo cerrar esta entrada sin agradecer todos esos comentarios vertidos a propósito de entradas anteriores. Resulta especialmente agradable contar con el apoyo y los ánimos de tantos compañeros de batallas, reales o virtuales. Trataré de llevar todo esto un poco más al día y prometo cultivar todos y cada uno de los contactos con tanta buena gente que se pasa por aquí.

Y ahora os dejo que las zapas me llaman a gritos ("¡Voooooooy!"). Salud a todos.

jueves, 9 de agosto de 2007

LA VIDA SIGUE IGUAL

Detenido. Así me siento ahora mismo


No hay ningún cambio significativo en mi vida de corredor mediocre. Sigo parado. Esta semana empecé a volver, saliendo domingo y martes a caminar-trotar. Con las zapas en los pies todo va a pedir de boca, sin dolor ni molestia. Sigo con el tratamiento con un rigor espartano, tragándome píldora tras píldora y aplicando hielo constantemente, pero por la mañana al levantarme el aquiles me recuerda que no todo va tan bien. No es que me duela, pero siento el puntito molesto, que desaparece a los 10 minutos, pero que se encarga de recordarme mi condición de lesionado. Supongo que si no escucho esa señal y empiezo lo voy a pagar.


Ni siquiera la bici alivia mi desazón deportiva, porque sólo puedo salir con ella con la calma. Si le meto mucha caña también lo noto a la mañana siguiente, no con dolor, pero sí con una molestia perceptiblemente más intensa que la del día anterior.


Por todo esto me dejo mensajes por todas partes recordándome que la prudencia debe ser mi mejor compañera. Trato de ser consciente de que un regreso prematuro al entrenamiento puede tener dos consecuencias, una mala y otra malísima: olvidarme definitivamente del calendario de otoño (que de todos modos tampoco pasaría nada) y sufrir una recaída seria con riesgos de convertir la tendinitis en crónica (eso sí que no me lo puedo permitir mientras no vendan tendones en el Corteinglés).


El mesecito que llevo prácticamente parado me ha jorobado cualquier atisbo de buena forma, y empiezo a marcarme determinados plazos para tomar decisiones con respecto a lo que sigue de competiciones: el 7 de octubre es el medio maratón de Menorca y el 21 el maratón de Palma, para el que estoy inscrito.


Empezando por el maratón, desde el lunes próximo tengo 10 semanas para entrenar. Mi plan es empezar muuuuuy despacio y ver cómo va el pie. Si la molestia se hace sólo un poquito mayor me quito de la cabeza el ir a Palma. Habrá más maratones.


Para el medio maratón me voy a dar un plazo un poquito más corto, puesto que prepararlo "a terminar" puedo hacerlo en 4 semanitas. Todo ello si el dolor ha desaparecido por completo y puedo considerar la lesión como superada. Si no es así, también tengo decidido hablar con los de la organización y ofrecerme a echarles una mano como voluntario, aunque sea a cargar cajas de agua, para devolverles un poquito de lo que ellos nos dan cada año.


Ni que decir tiene que lo de bajar de dos horas en los 21 tendrá que dormir el sueño de los justos, por lo menos de momento.


Eso es todo lo que puedo decir por ahora. El ánimo no está por los suelos porque al final uno hace de tripas corazón y piensa en todo lo que queda por correr, pero está claro que me hubiera gustado andar contando tiradas largas y entrenamientos de subidón endorfínico. Por ahora lo único que puedo decir es que la vida sigue igual.

domingo, 5 de agosto de 2007

LESIONES



Vengo de una generación en la que los chicos aprendieron a tomarse las cosas como hombres, en la que nuestros héroes continuamente eran tiroteados (con balas o cortisona) y en la que jugar duro hasta hacerse daño constituía un ideal de actitud. También vengo de una generación que se creó la necesidad de encontrar recambios para rodillas y caderas por haberse cargado las que venían con el cuerpo original.


Por lo tanto, mi primera lesión fue una marca de honor para mí. En realidad me sentía hasta excitado el día que visite al médico deportivo por primera vez. Tenía una lesión deportiva e iba a ver a alguien especializado en tratar a atletas. ¿Podría haber algo mejor? Incluso en la camilla me sentía especialmente estimulado la primera vez. Después de todo un médico deportivo me iba a examinar tratando de encontrar el origen de mi lesión deportiva. Lo mejor del caso es que se trataba de una lesión que yo mismo me había provocado. No fue un accidente. Lo hice a propósito. Ello tenía que querer decir que yo, un antiguo gordito de sofá, era ahora un verdadero atleta.


Como si necesitara probar mi abyecta ignorancia, llevé conmigo una copia de mi diario de entrenamientos del último año. No sólo estaba lesionado sino que ¡tenía pruebas! Le mostré al doctor el punto exacto en el que aumenté mi kilometraje, y también dónde hice probablemente demasiado trabajo de velocidad. Incluso le subrayé los días en que corrí cuando debía haber descansado.


Pensé que el doctor quedaría impresionado al conocer todos esos detalles de mi entrenamiento. Me equivoqué. Aquel médico no veía en sus manos el diario de un atleta. En su lugar veía una letanía de errores de entrenamiento y de animaladas atléticas. Esperaba que me felicitara por mi dureza pero me llevé una reprimenda por mi inconsciencia. Me dejó pasmado.


Aún así, era uno de los afortunados en el sorteo para participar en la 100 edición del Maratón de Boston y tenía la sólida determinación de correr aquella carrera. Esa primera visita terminó con una infiltración de cortisona en mi rodilla. Me dolía horrores pero sentía la enferma satisfacción de padecer el dolor de un auténtico atleta.


La segunda visita empezó con un poco de tensión entre el bueno del doctor y yo. Decidí no mencionar que tuve que abandonar en un maratón 6 semanas atrás porque el dolor en la rodilla era insoportable. Tampoco le conté que había corrido dos maratones en dos fines de semana seguidos, y un medio maratón dos semanas después. Ni siquiera le dije que había corrido cojo durante mi carrera larga de 26 kilómetros esa misma semana. Lo único que decidí comentarle fue que ese dolor en mi rodilla había vuelto a aparecer, y en pocas semanas debía correr el Maratón de Londres.


El doctor fue claro y conciso conmigo. Me iba a dar otro pinchazo, pero eso sería todo. Le dije que le entendía, recibí la infiltración y corrí ese maratón.


La siguiente vez que nos vimos fue en la camilla de diagnósticos. Ni siquiera intentó escuchar mi siguiente colección de excusas. Fue duro y directo, más que nunca. Me dijo que entrenaba como si tuviera 25 años, aunque estuviera a punto de cumplir 50. Game Over. Se acabaron los pinchazos. Se acabaron las píldoras. Y si no me volvía más cauto pronto, sin duda, se acabaría el correr. Tuve que aprender la lección.

Traducción propia, extracto del libro "Marathoning For Mortals" de John Bingham y Jenny Hadfield. Texto de John Bingham. Si permiso del autor, espero que no me demande.

jueves, 2 de agosto de 2007

SLOWBIKER

El globero tras el último entrenamiento. Cuando me ponga un maillot de verdad...

Quien mueve las piernas, mueve el corazón, o eso por lo menos nos vendían en los años 80. Pues con la flaca he empezado a mover las piernas cuidando al ruidoso aquiles, que es de lo que se trata. La verdad es que el que no se conforma es porque no quiere. Yo lo estoy pasando muy bien en mis salidas. Por lo general quedo con algún amigo ciclista, sobretodo tratando de que se me pegue algo. Con los de la Asociación Cicloturista de Menorca he sido invitado a salir este sábado, pero me da que va a ser que no, porque la mayoría son unos maquinorros de impresión y ni quiero quedar descolgado y solo ni pretendo que nadie me ande esperando. Para salir con ellos necesito al menos un par de meses de sumar kilómetros en las piernas, porque si ya andaba poco a pie, en bici soy un tortuga de tres pares de narices, como no podía ser de otro modo.

A todo esto van casi 160 kilómetros esta semana, porque a lo tonto a lo tonto he salido ya 3 veces para unos 50-60 por salida. Algo rodado iba ya, claro, porque los domingos desde hace ya un par de años, solemos quedar con los amiguetes de la bici gorda, a comernos los barrancos de la isla. Las medias de mis salidas son de risa, eso sí. La más rápida, 23 km/h, pone lo de globero en un auténtico piropo para mí. De todos modos, eso es algo que me la trae al pairo: salgo solo o con amigos que esperan un ratito de buena conversación y poco más.


En agosto la piscina municipal está cerrada por vacaciones del personal. Eso me llevó a programar mis sesiones de natación en el mar, porque no estaba muy dispuesto a entrenar en piscinas de verano, con niños y colchonetas por todas partes. Ese proyecto de natación marina parece que va a dormir el sueño de los justos, porque me da una pereza brutal lo del agua salada, las lanchas y las medusas, y si no hay motivación no la hay, oye. En septiembre volveré con los entrenamientos de natación en la piscina, aunque tenga que empezar casi de cero.


El tendón me dice que no está aún para correr, pero que a lo mejor este fin de semana me deja que lo pruebe. El médico me ha recomendado una rentrée suave y paulatina, y el sábado puede que me vaya a un caminito llano y de tierra que conozco a trotar 20 minutillos, estirar otros 20 y ponerme hielo nada más llegar a casa. Si eso sale bien, al cabo de 2 días otros 20 minutos, y así hasta no tener ni el recuerdo de la tendinitis. Si a la mañana siguiente el tema molesta habrá que pensar en parar más tiempo y visitar al fisio.