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Mañana viajo a Frankfurt. El domingo corro el Ironman.
Hombre, claro que he entrenado. He hecho casi todo lo que supuestamente debía hacer. Incluso presumo de haber entrenado no todo lo posible sino todo lo que mi cuerpo era capaz de asimilar en cada momento. Me siento en ese puntito guay del que llega a la línea de salida un pelín falto de forma porque lo prefiere a llegar un pelín pasado. Siempre ha sido así cuando mejor me han ido las cosas y no lo iba a cambiar ahora por mucho Ironman que se me pusiera por delante. A pesar de mi consabida falta de talento para el deporte le he echado horas e ilusión a esto. Pero tengo miedo.
Tengo miedo de no soportar que demasiadas cosas salgan mal y se me chafe la fiesta que llevo un año preparando. Si debo ser sincero soy un mediocre nadador, un mediocre ciclista y un mediocre corredor, algo que nunca ha sido ningún problema y que no lo sería si corriera por ejemplo en Klagenfurt (180 de bici y 16 horas para llegar), pero me inscribí en la única prueba del circuito Ironman en la que hay que terminar en 15 horas justas y la bici es, por mor de unas oportunas obras, 5 kilómetros más larga. Por todo eso tengo dos opciones:
1. Echo cuentas, espero que todo salga rodado y me la juego a llegar en 14h59' (y sufro como un condenado). Debo añadir que no sé si de esto soy capaz, el domingo lo descubriré.
2. No echo cuenta alguna, mido el tiempo en ratos y ratitos, me pongo y cuando llegue habré acabado (a riesgo de entrar en 16 horas o incluso algo más tarde, y también sufro como un condenado).
Como decía mi abuela, al llegar al baile, bailaremos.
Hasta entonces, mil gracias por todo ese apoyo a todos. Ya contaré los detalles en cuanto pueda.
Mientras tanto, como siempre, mucha salud y buenos kilómetros.