No tengo problemas de irrigación sanguínea cerebral ni me he vuelto majareta. Esto es muy serio. Acabo de terminar con el "Born to run" de Chris McDougall, una delicia que habla sobre esa tribu perdida que son los Tarahumaras y su extrema habilidad para correr enormes distancias descalzos (o más modernamente provistos de sus sandalias "huaraches", una suela de neumático y cuatro cordeles). Al hilo de todo esto, y aprovechando un consejo tomado al vuelo de un sensato amiguete de Ávila (gracias, Carlos), buceo por la red tratando de dar con alguna pista sobre mi lesión que vaya algo más allá del reposo e ibuprofenos. Y llego hasta aquí.
Hagan la prueba, yo la he hecho. Súbanse a una cinta de correr pertrechados con ese calzado de altísima tecnología que todos los frikis de esto tenemos. Empiecen a correr sin pensar demasiado. Ahora fíjense. Están ustedes aterrizando con el talón, aprovechando el "air", el "gel", el "wave", o cualquier otro material espacial inyectado en la suela de sus zapatillas para salvaguardar su integridad física cada vez que tienen la mala idea de ponerse a correr. Como cuentan en el vídeo (sorry, está en inglés pero es lo que hay), en cada apoyo se produce un frenazo brusco de kilos y kilos de fuerza (si son rápidos peor para ustedes). Cuenten el número de frenazos por minuto y multiplíquenlo por el tiempo en que entrenan y compiten. En fin, estamos sanos de milagro.
Ahora quítense las zapatillas y arranquen. Sí, descalzos, sin miedo. Empiecen a correr con suavidad. Pronto verán que su biomecánica ha cambiado. Sin toda esa amortiguación ya no aterrizan con el talón. Se protegen posando el antepié (un par de centímetros antes de llegar a la base de los dedos) y reduciendo el impacto con un suave balanceo hacia el talón. Todo ello muy sencillo, muy natural. Fantástico.
Ayer salí a caminar puesto que sobre el papel no puedo correr. Se me ocurrió probar, no descalzo, pero sí con ese nuevo patrón biomecánico. 2 horas después dejé de trotar con una expresión en mi cara parecida a la de cualquier científico de éxito tras su personal "eureka". No diré que no noté nada en el tendón, pero tardé 45 minutos en saber que éste existía y lo que sentí no merece llamarse siquiera molestia. No diré que fui cómodo. Corrí muy despacito, con zancadas muy cortas y fatigándome por partes de mi cuerpo que posiblemente no habían trabajado nunca. Y con agujetas al día siguiente, claro. Pero creo que he descubierto algo.
En franco contrapeso para dotar de algo más de ciencia mi razonamiento debo admitir que por un lado se alzan también en la red voces autorizadas en contra de esta tendencia del correr minimalista. Se habla del riesgo de cambiar las zapatillas por la piel desnuda de nuestros pies así, sin más, y de lo duro que puede ser para nuestro organismo un cambio tan brusco y repentino. Se habla de fracturas por estrés del metatarso. En fin.
Supongo que no se trata de eso. No va de tirar a la basura las zapas y empezar a emular al gran Abebe Bikila sin más, pero no me negarán que parte de razón lleva la teoría del atontamiento de pies y piernas con tanta amortiguación. Yo lo veo como una oportunidad de fortalecer la estructura músculo-esquelética propia de esto del correr, y como una ocasión de revisar los principios biomecánicos en que se asienta esta actividad que tanto nos gusta.
No voy a empezar hoy a correr descalzo. Estoy en capilla de esos 101 que haré en su mayoría caminando puesto que otra cosa sería un suicidio deportivo. Pero estoy seguro de que tanta zapatilla cibernética nos atonta pies y piernas, y en cuanto retome la actividad tras recuperarme de Ronda usaré eso del "barefoot running" para fortalecer el aparato locomotor y como medio de prevención de lesiones, aunque siga utilizando mis zapas de toda la vida con mucha frecuencia. Y luego, si todavía esto le interesa a alguien, ya lo contaré en este rinconcito...
...y me compro unas de estas
Salud y kilómetros a todos.