Con Toni Seguí. Un Grande en toda la extensión del término.
Reto conseguido. Dos maratones en 15 días. 4h39 y 4h34 según mi GPS de cabecera, que al final es lo de menos. Mucho calor en Barcelona. A ver si lo cuento sin aburrir...
Para empezar el sorpresón del viaje: salgo solo de casa (Menorca), dejando mujer e hija en un Spa contratado (supuestamente) para el fin de semana. Llego al aeropuerto de destino (Barcelona) y me reciben mujer e hija en el hall de llegadas... Les gustan las sorpresas, ¡qué le voy a hacer! Gracias, chicas, por acompañarme una vez más.
Sin saber cómo iba a presentarse esa mañana lo que hice dos semanas antes empecé buscando "ese ritmillo" que había situado mentalmente en 6'20"/km pero estaba ahí Tere, que se vino hasta el 15 y es de ascendencia keniata. Por lo tanto empecé algo más rápido de lo previsto, pero cómodo y sin pasarme. De charleta y marujeo runner trasnscurrió todo hasta el kilómetro 10, en que nos dio alcance Antonio, Zori y la felicidad de ambos, que corría con ellos. De ahí hasta el 15, 4 mosqueteros trotando sin esfuerzo aparente por la ciudad en una soleada mañana. En ese punto kilométrico termina la aventura de la ex-lesionada Tere: corre lo que su cuerpo necesita y (con ganas de un poquito más) tira de coherencia y se queda. Yo agradezco su compañía. Nunca 15 kilómetros me parecieron tan cortos.
Hasta la media con Zori y Antonio, siempre pendientes de mi ritmo, así como son ellos de atentos, hasta que los despido cortesmente: la carrera empieza a requerir que me centre en mis cosas y ellos irían mejor a su ritmo. Inmediatamente cumplo con la tradición de (a falta de parques con frondosos setos) meterme en un bar, pedir permiso y visitar el baño para unas rápidas aguas menores. Desde ahí, aún fresco hasta el 30.
En el 30 las zapatillas empiezan a pesarme demasiado. Los parciales ya no salen igual de bien que antes, y me planteo el objetivo único de terminar con dignidad. Aflojo un poquito para nadar y guardar la ropa, porque sé lo que queda, pero sigo adelantando corredores que, ya en ese punto, caminan. Solo dejo de correr para coger agua e isotónico, organizando el avituallamiento tal como el gran Paco Garabitas me enseñó en el maratón de Madrid en 2008: vacío medio botellín de agua, lo relleno de powerade azul, tapón de rosca y a ir bebiendo en marcha. Antes del siguiente puesto de hidratación debo haber terminado el botellín anterior.
También lo de los geles me sale según lo previsto. Últimamente me he aficionado a los de fruta de Mercadona, sin una fórmula demasiado científica, lo sé, pero que saben genial y me dan los azúcares simples que necesito en ese momento. Mi cadencia siempre es la misma: 1 gel en el km 10, 20 y 30, y algo un poquito más concentrado y específico para el 35. Así lo hice.
La última parte de la carrera es siempre una lucha interior de vocecitas: te hablan los que pretenden que tires de autocomplacencia y aflojes el trote hasta empezar a caminar, y les responden los que usan frases célebres del tipo "el dolor es pasajero pero la gloria es infinita", o "no te pares, Pepe, que todos te están mirando". Consigo seguir haciendo algo bastante parecido a correr hasta topar, a 500 metros de meta, con mis chicas. Como siempre que podemos hacerlo, Carlota (5 años recién cumplidos) corre a mi encuentro para acompañarme hasta la línea de llegada. En ese ratito disfruto de mi particular subidón, me adapto al ritmo de mi hija y le cuento cuatro mentiras sobre lo entero que voy y lo poco que me ha costado llegar hasta allí. Cruzamos juntos la línea de meta, tan felices como la primera vez. Es la mística del maratón: cada carrera es especial en sí misma. Por eso las cuento. Van 14.
Salud y kilómetros a todos!