A veces pienso que no tengo lo que hay que tener para meterme en los berenjenales en los que me meto. Me explicaré.
Andaba revisando todo el material fotográfico correspondiente al triatlón del sábado pasado, cosas de esto del Facebook (al que empiezo a verle alguna utilidad aunque sigo sin saber cómo va) y pensando que el mundillo del triatlón seguramente supone una vuelta de tuerca más al deporte popular de este país. Antes, cuando me presentaba a una carrera cualquiera, tenía claro que había 3 o 4 tíos (o tías) que peleaban por ganarla, 10 o 12 que eran la élite, 25 o 30 que eran populares con talento y 120 km a la semana y luego estaba el resto. Ese resto se dividía a su vez en un 40% de tipejos (y tipejas) que aún corrían que se las pelaban, otro 40% que algún día habían corrido o algún día correrían bastante y mi 20%. En ese último 20% estábamos los desheredados del atletismo, aquellos que no pretendíamos batirnos demasiado el cobre por una marca o aquellos que no podíamos pedirle a nuestra maltrecha anatomía mucho más que llegar felices a la meta. Y a lo mejor he sido generoso con el porcentaje.
Bien, pues en el triatlón es aún más difícil encontrar a gente de mi grupo. Incluso aquellos a los que se les suponía novatos, que por conocer personalmente sus historias uno sabía que llevaban menos kilómetros sobre la bici o largos en la piscina, incluso ellos, ex-futbolistas, ex-baloncestistas o ex-fiesteros conversos, resulta que andan como motos en esto del trideporte. Y no sólo eso, sino que se presentan a su primer examen vestidos con trajes siderales en los que uno no cabría ni estando dos años a lechuga y tomate, se meten en el agua con más ganas que recursos técnicos y para cuando llegas al box ya hace rato que dan vueltas al circuito sobre alguna bici prestada. Lo disfrutan pero no será fácil que repitan el año que viene, porque lo mismo entonces están jugando a futbol-7 o paseando a su segundo retoño. Eso sí, a ellos se les da bien y a ti no, ellos tienen "lo que hay que tener" y tú tan sólo ganas de estar ahí. Y que conste que la mayoría de ellos son amiguetes a los que les apena verte abandonar y aguantan estoicamente tu mal humor en la línea de meta.
No sé si tengo lo que hay que tener, pero sí me han dicho que para el que no lo tenga, hay mucho por ahí, y tan sólo hay que mover un poco el culo para hacerse con algo de ello, quizás lo justo para que alcance a formar parte, ni que sea en el mismo final del pelotón de cola, también de esto del triatlón, igual que uno se lió en su vida la manta a la cabeza y empezó a correr maratones sin saber muy bien lo que había detrás de todo ello. Por si acaso, decidí hace un par de meses perseguir a lo bestia mi sueño de juventud, y me inscribí en el Ironman de Frankfurt del año próximo. Ya empieza a ser hora de averiguar cuánto de eso que hay que tener tenemos, y con cuánto debemos hacernos para llegar con salud a la meta de ese carrera de 226 kilómetros.
En la próxima hablamos de entrenamiento, que por ahí se empieza, digo yo.
Salud!
Porque lo que nos importa no es llegar antes o después sino haber disfrutado del camino
miércoles, 9 de septiembre de 2009
LO QUE HAY QUE TENER
domingo, 6 de septiembre de 2009
TRIATLÓN 1 - SLOWPEPE 0
Ayer, para centrarnos un poco. Primera edición del (esperemos longevo) Triatlón de Ciutadella. En poniente, una vez más, toman la delantera a todos a la hora de liarse la manta a la cabeza con lo de montar eventos. Un 10 para ellos. 102 inscritos y mucha ilusión en la gente del deporte en la isla. Gran acierto de empezar con la distancia Sprint (750 mts. nadando, 20 km. en bici y 5 km. corriendo), al alcance de más de uno que en su vida hubiese pensado que haría triatlón, y por tanto con ese carácter popular-popular que tantas cosas buenas hace por el deporte en este país.
Además, personalmente suponía mi debut en un triatlón "de verdad", con jueces, reglamentación de estricta aplicación, piraguas en el mar, box con alfombra y conos en el circuito. De los 102 puede que 50 (o más) fueran amiguetes, lo que resulta aún más atractivo si cabe. Pues allá que nos vamos.
Empezamos nadando, como corresponde. Con el claro objetivo de no recibir demasiados golpes, me sitúo en el extremo menos concurrido del grupo, el más alejado de la primera boya, como es de suponer. Prefiero nadar algún metro más y llevarme algún palo menos. El pistoletazo me sorprende con las gafas en la mano, pero enseguida me pongo en marcha, un poco acelerado al principio, por novato, pero poco a poco cada vez mejor. Me relajo y me centro en la técnica de cada brazada, levantando la cabeza esporádicamente para relocalizar la primera boya. Llego al giro más cómodo de lo esperado, y subo un poquito el ritmo hasta alcanzar de nuevo la playa. Primer tercio concluído con éxito. He disfrutado nadando.
En la transición empieza el espectáculo. Hemos sido avisados por los jueces reiteradamente de que no podemos descolgar la bici sin ponernos el casco y atarlo, que es importante hacer primero una cosa y luego la otra, y con el orden de los factores se me altera el producto: me pongo primero los calcetines, luego las zapatillas de la bici y entonces veo que no tengo aún el culotte en su sitio. Papelón para ponérmelo porque se engancha repetidamente en las calas de las zapatillas, y por fin mi transición resulta prácticamente la mas lenta de todos los participantes.
La bici empieza muy bien porque (gracias a mi pésima transición de casi 4 minutos donde otros no tardaban mucho más de 30 segundos) Ángel que es un buen ciclista y no piensa correr después me da alcance y me ofrece su rueda, ya que la primera parte del circuito es muy ventosa. Me lleva, pues, en este tramo y en la segunda parte de la vuelta volamos adelantando a bastantes ciclistas. Sigo pasándomelo en grande. Esto del triatlón es para recomendarlo... hasta que a mitad de la segunda vuelta, en un tramo bastante bacheado doy un llantazo a un agujero y reviento la rueda trasera.
Paro enseguida y me planteo la situación. Opción A, me retiro y ya está. Opción B, cambio la cámara a la rueda y termino como sea. Yo nunca me retiro. Manos a la obra tirando de la poca pericia que tengo para estas finas tareas. Cambio la cámara con éxito, monto la rueda sin mayor problema y empiezo a hinchar. Nada. La válvula de la cámara de repuesto está rota. No entra aire. Se acabó.
Estoy tirado en la cuneta, a 3 kilómetros de la zona de meta, con una cámara reventada en una mano y una bici inservible por deshinchada en la otra. Me cago en todo lo que se mueve y empiezo a caminar. Casi 40 minutos después (prueben a andar sobre asfalto con zapatillas de ciclismo) aparezco por boxes a recibir el sentido pésame de mis felices compañeros. Les saludo con un gruñido como corresponde a mi estado de ánimo y espero a que todo lo demás termine. ¿Ya está? Para casita.
Al día siguiente (hoy) me levanto a las 7 a.m. (en domingo) y decido que la mejor forma de quitarme el mal rollo es salir a trotar. Al final poco más de 15 kilómetros. Estirar, una ducha y como nuevo. Esto me gusta mucho.
Salud a todo el mundo!
Etiquetas:
Carreritas cortas,
Ironman
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