Empecemos por el principio. Habiendo dormido no demasiado, porque eso es lo que tiene hospedarse en casa de un amiguete que organiza una cena con todos sus compis de trabajo esa misma noche, nos presentamos en el paseo marítimo Valentín (Tin en adelante) y el que suscribe. De ahí salían todas las carreras que eran hasta tres (42, 21 y 10k). A las 9 salíamos maratón y medio maratón, y la carrera de 10 km empezaba una hora después. Los primeros 20 kilómetros eran comunes a las dos primeras pruebas. Poco antes pues del 20 había un desvío donde a la derecha se embocaba la meta para los mediomaratonianos y a la izquierda se mandaba a tomar por saco a los (menos) valientes que se atrevían con la distancia completa.
Mucho ambiente en la salida. Este maratón lo organiza un tour-operador alemán, TUI, que resulta ser una de las empresas más potentes del sector. Colaborando con las distintas administraciones (Govern Balear, Consell Insular de Mallorca y Ayuntamiento de Palma) así como con algunas entidades públicas del sector turístico, los de TUI traen a Mallorca por estas fechas a más de 4000 alemanes sólo con la excusa de esto del correr.
Era, pues, un auténtico espectáculo estar en esos cajones de salida rodeado por un 95 % de extranjeros (básicamente alemanes) y con ese talante festivo con que se toman ellos esto del correr.
Con el pistoletazo de salida no se mueve nada. Como siempre, salgo bastante atrás para no ser atropellado, y tardamos 3 o 4 minutos en cruzar el arco de salida. Empiezo suave, muy suave, básicamente porque quiero disfrutar de ese medio maratón que he venido a correr. He venido a trotar con mucha más gente lenta como yo que nunca, y la marca, ya que voy a aparecer en la clasificación como abandono (mi inscripción era para el maratón), es lo de menos.
Efectivamente, los primeros kilómetros transcurren de modo muy plácido. Me adelantan muchos corredores, y yo paso a varios atletas de bastante edad, muchos de los cuales ni siquiera corren, marchan. Saludo a algunos y con aquellos que no me miran mal por ello intercambio algunas impresiones sobre la carrera, lo bonita que está Mallorca por estas fechas y otros asuntos de parecido y elevado interés.
A partir del 11, la carrera, que discurría por el paseo marítimo todo el tiempo nos mete por el casco antiguo de Palma. De ahí salimos en el 16, donde aprovecho para someterme al primer chequeo de estado. Aunque voy bebiendo agua e isotónicos en todos los avituallamientos y en el km 10 engullo el primer gel de los que llevaba conmigo, estoy un poco cansado y me duelen los pies. El aquiles no ha rechistado, pero no se puede decir que ande fresco. Sigo trotando con calma y disfrutando del día soleado pero no muy caluroso que salió hoy.
Pasan los kilómetros 17 y 18 y mi situación ni mejora ni empeora. Un puntito cansado, pero es normal a estas alturas. En el 18 empiezo a buscar ya, con la mirada, a alguien de la organización. Se acerca el desvío de las dos carreras, y como mi dorsal es de un color distinto que el del medio maratón no quiero que nadie me persiga gritando ni me trate de tramposo o algo así. Por un momento se me pasa por la cabeza la idea de hacer los 42, pero se me olvida pronto, menos mal.
Paso el 19 y se acerca el desvío. Ya casi puedo verlo allá a lo lejos, un cartel amarillo, y yo sin poder elevar consulta con personal cualificado que me garantice la integridad de mi honor como corredor que abandona dignamente. Me acerco al desvío. De pronto, una sensación de intrusismo atlético recorre todo mi cuerpo. ¿Cómo me puedo ir con toda esta gente con la que estoy corriendo, cuyo dorsal es verde si el mío es amarillo? Contrarresto esa sensación con una enérgica llamada al orden a que me someto. No tengo nada que demostrar a nadie. Incluso puedo firmar dos medios maratones en 15 días, que para alguien que como yo estaba hace dos meses tumbado con el hielo en el aquiles no es moco de pavo. Me acerco al letrero. Dos flechas, derecha e izquierda. Tengo claro que debo irme hacia el medio maratón y tomo el desvío de la izquierda. De pronto me quedo solo. A 200 metros por delante veo otro insensato. Detrás de mí ya no hay nadie. Me faltan unos 23 kilómetros para la línea de meta.
Una parte de mí se siente orgullosa de cumplir con el plan previsto hace ya 4 o 5 meses al inscribirme en el maratón. Me digo a mí mismo que acabo de tomar una decisón valiente. Ahora que cada palo aguante su vela. Otra parte de mí asiste perpleja a una de las decisiones más impulsivas de mi vida. Con una tirada máxima de 21 kilómetros (el medio maratón de hace dos semanas), ningún entrenamiento de calidad y muy pocos rodajes serios en las piernas me lanzo a la aventura.
Al llegar al kilómetro 23 tomo una decisión que debió luego tener un peso específico importante en el resultado final. Divido el tiempo en bloques de 10 minutos de los que voy a correr los primeros 9 y caminar 1. Ese minuto cada 10 va a ser todo lo que ande en la carrera. Ni un segundo más. Eso sí, cumpliré escrupulosamente con esa estrategia, además de seguir hidratándome con mucho cuidado con agua e isotónicos en cada puesto de avituallamiento y tomando mis geles del kilómetro 20 y del 30.
Paso el avituallamiento del kilómetro 24 un poco justo. Se encuentra al final de una cuesta que hago corriendo completamente (me tocaba así). Cojo agua, doy las gracias y voy a la última mesa a por el vasito e aquarius. A mi espalda oigo "veo que te has animado con el maratón". Me giro inmediatamente, vuelvo unos metros sobre mis pasos y le planto a VIC dos besos tal y como había prometido, farfullando algo parecido a "yo debo estar mal de la cabeza". Ella sabía que no iba a pasar por ahí, pero ya veis, a veces las cosas no son como deberían. Me hizo mucha ilusión verla en persona, porque su blog (bueno, tiene dos blogs de lo más interesantes) mantiene su imagen en el más estricto anonimato (y me parece genial si ella lo quiere de ese modo).
En el 30 giramos hacia la Playa de Palma y empezamos el camino de vuelta a meta dejando el mar a nuestra izquierda y la zona de bares y comercios a la derecha. El paseo está muy concurrido. Ahí infinidad de viandantes (en su gran mayoría alemanes también) no dejan de animar a todos y cada uno de los corredores que formamos una alargada fila de no muy buen aspecto ya. Ahí, en el 30, una chica alemana me anima a que corramos juntos. Le cuento que me voy a parar a caminar en unos minutos y me dice que le va bien. Minutito andando y volvemos a correr juntos. En el 34 ella va mal y me dice que se para a caminar. Le pregunto si necesita algo y contesta que no, que tire, que me ve muy fuerte. Y era verdad (bueno, relativamente). Lo era porque a esa altura de carrera prácticamente todo el goteo de corredores caminaba. Yo corría.
Paso el 35. Ahí reventé en Barcelona. Hoy paso corriendo. Estoy bastante cansado, pero no mucho más que en el kilómetro 17 o 18. Indiscutiblemente estoy mejor que en Barcelona y eso me sube la moral por las nubes. A ritmo 9-1 van cayendo los kilómetros: 36, 37, 38... Ahí, en el 38 adelanto a un señor alemán (cómo no ) de entre 55 y 60 años, grandote él, que anda y va fatal. Le animo al pasar. Me contesta algo que no entiendo y aflojo por si necesita algo. Cambia el alemán por inglés y me dice que me ve fuerte. Yo le contesto que nos quedan sólo 4 kilómetros, que la meta está ahí al lado y que va a llegar bien. Una mueca de dolor o sufrimiento en su cara mientras trata de sonreír me hiela la sangre. Le repito que le espero en la meta y me dice que tire. Nos deseamos suerte y sigo.
Cae el 39, el 40, el 41 (ahí camino mi minutito de gloria) y el 42. A los tres últimos kilómetros llego ya muy, pero que muy justito, corriendo más despacio que nunca pero corriendo. Del 42 a la meta me aplaude todo el mundo (entro solo o eso me parece a mí). Voy repartiendo besos al aire y la gente grita aún más fuerte. El speaker dice mi nombre y me recuerda que en nada tengo una cerveza fresquita en la mano. Señalo al cielo, "por papá" y me beso el anillo porque mi santa también lo merece. Me acuerdo de muchos de vosotros. Pienso en que tengo que contar todo esto. Hago el guiño que prometí, para el bueno de Carlos que tuvo que abandonar esta hermosa carrera el año pasado. Cruzo la meta. El segundo maratón a la saca.
Vienen mis amigos. Estaban preocupados porque, claro, me esperaban en dos horitas y cuarto por la meta del medio maratón, pero me abrazan entre felicitándome y echándome la bronca. Recojo la mochila, devuelvo el chip y a lo lejos veo al gradullón alemán que andaba muerto en el 38. Viene hacia mí. Me abraza emocionado y me dice que está muy contento porque he cumplido esperándole en la meta. Se me pone la piel de gallina. Para esto también corro.
Dejo para aquellos aficionados a los análisis más profundos unos cuantos datos:
Para correr en Barcelona entrené a conciencia. Hice series, rodajes suaves, varias tiradas largas, 4 de ellas por encima de los 30 kilómetros y reventé en el 35. Para el TUI sólo pude hacer rodajes suaves y no muy largos, eso sí, con bici y piscina de por medio, llegando como máximo a cubrir 21 km y una sola vez. He terminado corriendo, ni rastro del muro (muy cansado, eso sí, pero ¿quién no en un maratón?). Probablemente el correr reservón y el haber cuidado mucho la hidratación fueron dos elementos importantes, pero ¿tanto?
Mi tiempo, sólo 6 minutos más que en Barcelona, 5:08, aunque a mí eso, después de lo vivido hoy, es lo que menos me importa
El problema fue que ayer, al ir a recoger el dorsal, me regalaron una camiseta de la carrera. Nunca vestiría una camiseta de una carrera que no hubiera terminado. Pero es que además, esta era de
FINISHER.