El sábado corrí la Cursa de Fons de Sant Lluís, que organizamos junto con mis compañeros de club. Es una carrera de 10 km por los caminos de la costa sur de la isla, con salida y llegada en el pueblo de Sant Lluís y bastantes cuestas en su circuito.
Estoy peor de lo que creía, esto lo tengo ya claro. Como había muchos debutantes (andamos promocionando el tema) propuse armar un autobús hasta el kilómetro 5. No, no es que hiciéramos parte de la carrera en un vehículo motorizado (lo que sin duda iría contra el espíritu del atletismo, el reglamento de la Federación y algún artículo del Código Penal probablemente), sino que confeccionamos un pelotón de conformistas: unos 15 esforzados y esforzadas comprometidos con el ritmo del más lento. Eso nos llevó rozando los 7 minutos por kilómetro hasta media carrera. A partir de ahí el pacto era "cada uno a su bola". Pensé que mi bola era la de aquellos con los que decidí tirar "p'alante" pero mis previsiones resultaron optimistas en exceso: en la segunda cuesta larga tuve que elegir entre seguir con los demás o continuar con vida, y como no estoy escribiendo desde el infierno sino desde un lugar algo más fresco está claro que decidí seguir viviendo, reduje la marcha y me conformé con terminar lo más dignamente posible a mi ritmo trotón.
Al comentar mi chasco con un compañero de club recibí una buena lección:
- No lo entiendo, pensé que a 5'45" andaría más cómodo. Este verano me movía en esos ritmos sin mucha dificultad...
- Pues es muy fácil. Si quieres correr tan rápido como cuando perdiste peso y entrenaste mucho, adelgaza en serio y entrena de verdad. No hay más secreto que ese.
Vaya. Será eso.